Diversidades sexuales

Reescribir el mundo

Feminismos

Escrituras y feminismos

10 de mayo de 2023

Una entrevista a Gabriela Wiener

Las feministas, ¿cómo queremos que sea el mundo?, ¿cómo lo pensamos?, ¿cómo lo escribimos? ¿Cómo construimos nuevas matrices de tejidos sociales? 

En nuestro cuarto capítulo Reescribir el mundo. La construcción de una sociedad feminista. conversamos con Gabriela Wiener sobre la tarea de pensar desde el lenguaje y las escrituras, un mundo feminista.

A continuación, la entrevista que realizamos, completa, transcrita y editada para el formato de texto.

Paola Senseve: Gabriela, ¿alguna vez te pusiste a pensar cómo sería tener la posibilidad de refundar el mundo?, ¿cómo lo imaginarías? Algo así como una utopía alucinatoria, como decir: yo quiero que sea así.

Gabriela Wiener: Yo creo que, en todas mis utopías, siempre está la palabra comunitario. Quiero decir que son cosas que otras ya han soñado, incluso por lo que han luchado también. Está claro que ser revolucionario es un estado permanente, las ganas de transformar el mundo es algo que nos habita y mantenemos nuestra relación con él. A mí me gustaría eso, un lugar que fuera compartido, donde tener tu propio espacio, pero también un espacio en el cual estar juntas. Me gustaría que eso fuera un espacio de interrelación, para mejorar nuestros vínculos, hacerlos más sanos, querernos bien. Un mundo en el que la política también sea algo muy orgánico que surja de la propia cotidianidad, desde las cosas más sencillas de la supervivencia. No me imagino un mundo muy complicado o complejo, más bien más sencillo. Que el tipo de conexión tampoco tenga que ser brutal y múltiple como ahora que ya estamos en la ciencia ficción. No me imagino dando pasos más allá para complicar esto porque eso ya está pasando. La mía sería una utopía de la sencillez, de la vuelta al origen y del reencuentro con estas cosas esenciales. Algunas intentamos hacerlo aquí, en nuestro propio presente, en nuestro propio mundo, acercarnos cada vez más a esa utopía de lo simple. 

P.S.: Ya volviendo un poco más a la realidad que habitamos, creo que las escritoras hacemos justamente eso, pensamos el feminismo una y otra vez, pensamos en cómo debería ensancharse o limitarse esta realidad con las palabras. ¿Por qué crees, si es que es así, que el lenguaje juega un papel muy importante en esta tarea de crear una nueva civilización feminista hoy?

G.W.: Te hablaba de una lengua común. Y sí es verdad que a las feministas nos atacan. Basta ver la violencia que hay contra el lenguaje inclusivo que es un lenguaje creado para una comunidad generalmente marginada, en general perdida. Y eso tiene que ver con el feminismo, con comunidades que no han sido nombradas o visibles, que se han mantenido un poco borradas de la historia; de ahí la necesidad de autoidentificarse y nombrarse. El lenguaje es primordial por ese motivo, y eso es lo que creo que no llega a entender la gente, no llegan a tener empatía para estas luchas, para estas voces que recién se levantan, por conciencias que despiertan y que necesitan señalarse con un nombre. El lenguaje es increíblemente problemático, pero también es la forma de crear un mundo, de crear cultura, y esta es la única manera en la que vamos a contrarrestar el mundo que han creado otros para nosotras, un mundo distorsionado en el que se ha sembrado el odio. ¿Qué se puede hacer sino recrearlo?, hacerlo con un lenguaje nuevo. A mí a veces me preocupa que, cuando trabajo con el lenguaje y con la literatura, puede que el lenguaje de las luchas se convierta en algo repetitivo y redundante, pueda convertirse en algo vacío que deje de expresar, sobre todo, lo complejo de nuestras realidades. Yo, como escritora, siempre estoy en búsqueda de eso misterioso que hay en lo real, y que las palabras más o menos intentan desentrañar nombrando de alguna manera. Y es verdad que a veces en la literatura, en la creación, algo se puede quedar solamente en el discurso, en el panfleto, y por eso me parece tan importante que en nuestras luchas sigamos pensando con imaginación lo que queremos contar, lo que queremos decir y lo que queremos denunciar. Es importante reflejar las luchas siempre con un nuevo lenguaje, con nuevas palabras. Es interesante porque en las diversas colectividades del feminismo hay muchas mujeres trabajando con la palabra y lo vemos en las manifestaciones, en la calle, en las cosas que se publican cada vez, en las columnas, en los libros; se está creando todo un corpus interesante y transformador que antes no existía. Finalmente nos estamos haciendo sentir, nos estamos haciendo escuchar, nos estamos haciendo leer, nos estamos leyendo entre nosotras mismas también por primera vez. 

P.S.: Al pensar en este capítulo, en conversar contigo, constantemente tenía el impulso de decir “nuevas formas de amar, nuevos esquemas de pensamiento”, pero creo que en realidad no son nuevos o nuevas, porque las feministas en particular lo vienen planteando y replanteando hace años. Es una discusión que va y viene y se está cuestionando todo el tiempo; entonces quizá la palabra sea “alternativa”. ¿O tú qué piensas? 

G.W.: Yo creo que siempre estamos reescribiendo también viejos intentos y convirtiéndolos en prácticas políticas y en vida. Creo que se ha teorizado durante años, ha habido experimentación, ha habido laboratorios de vida en tanto al amor para no intentar reproducir los mismos mandatos y la vida de aquella manera normativa. Pero yo creo que esto es cíclico también, a veces me acerco a cosas que ya pensábamos superadas o que ya se hicieron, como por ejemplo las peleas y enfrentamientos dentro del feminismo, pienso que hace veinte o treinta años también estaba pasando lo mismo. Entonces sigue dando vueltas, llega un punto donde estamos en la unidad, pero luego se diversifica y nos damos cuenta de que tal vez estamos más atomizadas de lo que pensamos; luego nos volvemos a reunir porque tenemos cosas comunes. No me desespera, creo que es una visión del mundo que es muy andina, en realidad, decir que esto es circular. Ha habido mucho trabajo, y no es que se pierda ese legado, está en nosotras, nuevas generaciones releemos esos libros, releemos esas experiencias, intentamos ponerlas en práctica, pero, además, con nuestra suma de nuevas visiones. Yo creo que esa memoria feminista va quedando, va siendo un pozo que impulsa el nuevo estallido. ¿Qué está pasando en Chile?, por ejemplo, la movilización, en parte por ese empuje desde las mujeres y desde las disidencias, desde los feminismos, de los movimientos indígenas: ahora es un momento de esperanza. Ha pasado desde el estallido a una cuestión más institucional, como una política que intenta cambiar estructuras, pero quién nos libra de que otra vez eso pueda corromperse dentro de un sistema que estamos viendo que falla y vuelve a fallar y le vuelve a fallar a las mujeres y a las disidencias; entonces es una lucha por recordar, por no perder la memoria, en mi país estamos muy cerca de que vuelva la representante de un régimen totalmente dictatorial y patriarcal que esterilizó a miles de mujeres campesinas. Todas estas cosas que intentamos hacer no son conquistas, porque el feminismo no es eso, no trata de conquistar cosas, es una lucha permanente por resistir con lo que tenemos, una lucha por ir habitando espacios que antes estaban vedados y prohibidos para nosotras. Ahora estamos ahí, pero la amenaza es permanente y en cuanto nos hacemos notar y hacemos notar nuestra fuerza, se viene lo que se viene, como ahora, una ofensiva global, neoliberal, un absoluto desconocimiento de los derechos, un fundamentalismo religioso, gobiernos de derecha coordinados para negarnos derechos. Entonces cómo no estar también resistiendo desde nuestras mismas antiquísimas trincheras, no queda otra; en el amor, en la vida, en el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, contra la violencia racista, contra la violencia de género, ahí estarán y ahí nos encontrarán. 

P.S.: Así es, y son esos espacios íntimos, personales los que para las mujeres han sido siempre lugares particulares de dominación; sin embargo, también son los territorios desde donde gestamos la liberación. Nuestras vidas y experiencias son probablemente las escrituras políticas más profundas. Siempre he admirado cómo has hecho del amor y del sexo un tema fundamental en tu trabajo, entendiendo que estas nociones o ideas, supuestamente privadas, son armas de opresión, son la programación más fuerte, violenta y difícil de derribar. Gabriela, ¿nos han engañado para que confundamos amor con deseo?, y si existiera ese deseo, ¿nos han condenado cruelmente a pensar que solo podemos desear desde el racismo, desde el clasismo, el capacitismo y el patriarcado? 

G.W.: Creo que estamos en una época de mucho cuestionamiento que tiene que ver con lo relacional, lo afectivo. Somos bastante conscientes de cómo se ha estado, de cómo ha sido la violencia contra nosotras, una consecuencia de una cuestión cultural, de un formatearnos, de una programación que ahora mismo estamos intentando darle la contra para desprogramarnos y quitarnos de esos mandatos que vienen desde lo bíblico y que nos han traído efectivamente todo lo contrario a la libertad: opresión, aislamiento, represión de nuestros deseos, falta de autonomía, de decisión sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Antes de saber siquiera de “lo personal es político”, yo andaba en búsqueda de encontrarle algún sentido cuestionador a mis historias personales. Creo que ahora se puede comprender más que hace una década, cuando empecé a escribir, qué de revulsivo puede haber en narrar en primera persona; cómo te relacionas, cómo amas, cómo vas a parir, cómo vas a criar. Entre nosotras hemos generado una conversación muy amplia que se va expandiendo, es también testimonial porque comprendimos el poder de nuestras historias, de hacer que se escuchen. Cuando empezamos a ver que eso salvaba vidas, que eso liberaba mujeres, las historias de las otras daban la posibilidad a las compañeras de liberarse, de ser ellas mismas, de reencontrarse con su deseo tantas veces mutilado. No hemos dejado de escribirnos, desde que nos hemos dado cuenta de eso, de que formamos parte de una red de contadoras de historias y no solo para denunciar las violencias, sino también para contarnos nuestros placeres, nuestras maneras de sentir, para reivindicar un poder y una fortaleza, el deseo. Hay muchísimas feministas con las que compartimos esta idea de un feminismo gozoso, un feminismo que se encuentra con su propia sexualidad y lo vive abiertamente; ahora, desde fuera y desde adentro, se intenta atacar todo este feminismo del goce, pero se ha basado en una cosa tan sencilla como contarnos desde adentro, esto es una enorme dimensión de la vida y precisamente, como tú dices, es históricamente por ahí que nos han querido someter a las mujeres. La violencia sexual tan brutal que se destapó hace unos años y creo que ya no vamos a volver a ser las mismas gracias a nuestra movilización. Surge de que hayan querido que vivamos el sexo de una manera, desde lo patriarcal, con sometimiento, con abuso, con violencia. Y nuestra venganza es vivir el sexo y vivir nuestro deseo como queramos, incluso, desde un proceso de sanación y de reparación ante la violencia, las agresiones sexuales, ante el acoso y ante la represión. Entonces para nosotras es importantísimo expresarnos desde el cuerpo y que nuestras historias se sepan, no solamente las de dolor, sino también las de placer. 

P.S.: María Galindo, feminista ícono en Bolivia, en uno de sus grafitis más importantes dice: “nuestra venganza es ser felices”. Allí ellas (Mujeres Creando) reivindican también el placer y el gozo.  

G.W.: Me encantan los grafitis de María y de las compañeras de Mujeres Creando. Soy muy fan de la casa La Virgen de los Deseos. Me encantaría que mi utopía feminista fuera en este mundo, en el presente y fuera una casa como esa, donde pudiese estar con mis mejores amigas, abriendo una red cada vez más amplia de compañeras para apoyarnos ahí en nuestras cosas, donde se pudiera quedar gente que, efectivamente, es perseguida por lo que es o no tiene recursos, o está en una una situación irregular, y poder ahí autogestionarnos. Para mí esa sería una utopía bastante próxima qué realizar.

P.S.: Este es un ejemplo de que puede existir y ser real lo que mencionas, en Bolivia, María Galindo y las Mujeres Creando nos han volcado la vida y nos han hecho pensar que sí se puede. Yo, por ejemplo, he crecido leyéndola, mirándola y pienso que así nos alejamos de la palabra utopía para acercarnos a la realidad.

Pasando a mi siguiente pregunta, Gabriela, has escrito poesía, narrativa, ensayo, artículos, crónicas, relatos autobiográficos, memorias, teatro, incluso has explorado otras formas artísticas como la performance, que también son escrituras desde el yo. Y esta escritura desde el yo muestra al mismo tiempo, una fortaleza y una fragilidad, abrumadoras. En todo tu andar como escritora, fluctuando en esa constante ambivalencia, ¿tenías o tuviste la certeza de saber que estabas pensando un mundo distinto y que esas escrituras desde el yo tienen un impacto político más palpable?

G.W.: Me fui dando cuenta sobre la marcha, sobre todo, con las reacciones de la gente que iba encontrando por el camino. Desde, por ejemplo, una chica que me contó que luego de que yo saliera del clóset en una columna como bisexual, ella se decidió a hacerlo en su propio muro de Facebook. Cada vez que escribía algo en un blog que tenía, apareció toda una comunidad de mujeres que escribían lo mismo que yo y fuimos a conversar sobre eso en un dialogo virtual. Cada vez que he escrito algo sobre mí misma han aparecido otras personas sintiéndose identificadas o reflejadas y para mí no hay nada más político que encontrarse, descubrirse, como tú dices, en unas fragilidades, no solo en nuestra fuerza; poder contar tu parto, el racismo que sufres cada día en redes sociales o en tu país, poder hablar del aislamiento de la maternidad, del agotamiento de criar, del maltrato en los medios periodísticos, del machismo en la literatura, que lo sientes en tu cuerpo desde que empiezas. Entonces descubrir todas estas cosas y denunciarlas es de lo que más conecta con las compañeras y eso tiene un influjo y una incidencia. Desde que empecé a escribir, el señalamiento que más me hacían era de ser narcisista: a quién le importa tu vida, tú qué haces hablando de sexo, tú ni follarás, me decían y cosas de ese tipo; pero no me replegué, sino que seguí adelante contando mis propias historias. Eso ha sido lo más lo más bonito y lo más sorprendente, gente que te está leyendo y siente que de verdad se lo has contado a ella también, esto no era un proyecto individualista, para contar mis batallitas, sino que estaba contando también la vida de la gente, la vida de los demás, que la compartimos. Me parece importante conseguir una escritura que represente. Donde la gente se vea, se refleje, se sienta, eso es lo más bonito que le puede pasar a una escritora, y eso ojalá que pueda tener una potencia política. Yo creo que nos estamos llenando de una escritura personal muy combativa puede que mucha gente no la considere literatura, normalmente el cánon es masculino y machista y tiene sus propios gremios, sus propios espacios, pero para mí lo más importante de esto es ir generando los nuestros propios y dejar de meternos ahí. Construir nuestros propios lugares de denuncia y de celebración. Premiémonos entre nosotras mismas y sigamos conversando.

P.S.: Yo creo que ya leernos entre nosotras mismas es una cosa muy grande y que no pasaba antes. La siguiente pregunta es mucho más amplia y tiene que ver con lo central de este capítulo del podcast, algo más imaginativo y un poco esperanzador dentro del feminismo. 

El embarazo, el poliamor, la política, los estados, las familias, los políticos, el placer sexual, las migrantes, el racismo, el amor, el aborto, las trabajadoras, la economía el abuso, las violaciones; sobre todo eso, has escrito. Entonces, yo me pregunto, en este mundo, ¿en qué resquicio no está el feminismo, o no es necesario? Yo creo que es importante que esté presente en todos lados y que es una política, como tú decías, de todas las luchas y que se tiene que pensar sí o sí de una manera interseccional, porque si no, nuestro feminismo se queda cojo. Tenemos que pensar en un feminismo antirracista, anti colonial y anti clasista.

G.W.: Definitivamente estoy de acuerdo con esa mirada. Estamos en un momento después de la eclosión feminista, estamos en un momento de reflexión, pero también de ataque. Si estamos en un proceso de reflexionar, tenemos que notar que también es necesario un proceso de autocrítica, un momento para ver hacia dónde estamos yendo realmente, cómo hacer para no quedarnos como un movimiento solamente urbano, de clase media, preocupado por cosas que conciernen solo el género.

Ahora mismo en Perú se ha abierto todo un debate respecto a este tema porque precisamente los dos candidatos que aspiran a la presidencia son ambos conservadores: uno es de izquierda y la otra es de derecha; sin embargo, la gente, como en el caso de la primera época de Evo Morales, está detrás del candidato hombre, porque la otra es una candidata mujer que representa la peor escoria de la corrupción y, como te había dicho hace un rato, también del machismo. Él es machista, de una izquierda bastante tradicional, pero también encarna para las clases populares, andinas y para miles de mujeres peruanas, la oportunidad de reivindicarse históricamente a través de un candidato que ellas mismas están empujando, porque el feminismo no se acaba con las luchas y las reivindicaciones de género. Entonces, un pueblo azotado por el clasismo y por el racismo, que ha sido olvidado, hace, construye y empuja a su candidato y ¿cómo no va a ser eso importante para los feminismos antirracistas? Ahí lo ves claro y ahora mismo se ha abierto un debate muy interesante porque la pregunta es; ¿y ahora qué hacemos las feministas?, ¿cómo vas a votar por un candidato que no habla por los derechos de colectivos como los LGBT?, por un candidato que no condena la violencia de género o que ni siquiera utiliza las palabras para hablar sobre violencia de género y que no está inmiscuido en los feminismos y no está rodeado de gente por la que tú votarías. Sin embargo, sigue siendo el único voto posible para muchas de nosotras feministas, porque lo otro representa la continuidad de un sistema que es el que explota a las mujeres más precarias, más frágiles y más desfavorecidas de nuestro país. Fue el fujimorismo que esterilizó y mantuvo en la pobreza extrema, mientras que enriqueció solamente algunos bolsillos. Entonces, ¿cómo no van a estar los feminismos preocupados también por esto? Si te pones a pensar, la respuesta no es tan difícil. Entonces ahí estamos dando un voto crítico, un voto vigilante y nos va a tocar luchar de todas maneras, gane quien gane y defender nuestra causa. Sin embargo, hay una cosa que se tiene que aplaudir. Ojalá ganara este hombre y perdiera esa mujer, y yo sé que es tremendo decirlo, pero este país necesita salir de la colonia urgentemente. Ustedes como bolivianas han estado en ese proceso, ¿verdad?. Eso fue una transformación brutal, yo creo que muchas, no sé si ilusamente, pero ya hemos visto que al final todo es cíclico, nos miramos en el proceso boliviano de los primeros años cuando pensamos en Castillo como presidente, alguien a quien el pueblo ve como parecido, que te representa, que va a llevar su voz y que, de alguna manera en todo el proceso, salga como salga, fracase de una manera u otra o se corrompa, pueda iniciar al menos un proceso que no va a dar marcha atrás, de visibilidad y de ganancia de derechos esperados por siglos. 

P.S.: Sí, en Bolivia pasó eso y creo que no hay marcha atrás, aunque, como dices, siempre hay que estar vigilantes. Mira lo que nos pasó con el golpe de estado del año pasado, donde asumió una mujer. Son muy parecidos los procesos latinoamericanos con este intento de volver de la ultraderecha y el conservadurismo. 

Tengo una preguntita más. Quedé muy encantada con el podcast de Radio Ambulante en el que participaste.  Es potentísimo este capítulo donde hablas de la fealdad en relación a los sistemas en los que vivimos. Frente a eso, mi pregunta es; ¿tú crees que podemos también reescribir la belleza? 

G.W.: Sí, claro que sí, hay muchísima gente también activista. Por ejemplo, los del movimiento gordo, quienes están haciendo un trabajo muy importante a favor de la normalización, en contra de esos patrones estéticos que realmente esclavizan a las mujeres y a muchas las llevan a la muerte. Otra vez hablamos de esas programaciones que tenemos internalizadas por completo. En esa historia, que es una de mis historias de Llamada perdida, trabajamos con Daniel Alarcón en Radio Ambulante un episodio del podcast, para hablar de cómo y durante años, siempre nos han responsabilizado de nuestra relación con nuestro propio cuerpo, que suele ser una relación tóxica, destructiva, dolorosa porque nosotras mismas hemos hecho propio el discurso de odio hacia nosotras, de autodesprecio. Entonces, claro la escritura tiene que ver con lo contrario, a volver y sanar esas heridas y a mirarnos de otra manera, con mucha más comprensión y mucha menos exigencia. Hay algo de paz contigo misma, que anhelas e igual nunca vas a conseguir, pero solamente al enunciarlo y al decirlo una vez más, se crea una red de personas que se han sentido así y eso nos une, la comunidad de las feas, nos ponemos las camisetas y para adelante. Todo lo terrible que hay en la idea de fealdad, según qué cánon, es algo que repites durante tanto tiempo que terminas por creértelo. ¿Cómo se explica la fealdad? Necesitamos hacernos miles de preguntas hasta pensar que solamente hay ese patrón, esa norma, cuando la belleza es una cosa amplísima, rara, compleja, particular y contradictoria. Una persona hermosa puede ser horrorosa, y de ahí parten nuestras pequeñas luchas contra los estereotipos.  


Entrevista, redacción y edición: Paola R. Senseve Tejada

Transcripción: Cynthia Biggemann


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