Históricamente, la denuncia ha sido fundamental para los feminismos al permitir el armado de discursos que articulan y configuran lenguajes que visibilizan todo lo que no está bajo la luz.
En nuestro tercer capítulo Escribir gritando. Experiencias de la denuncia feminista. conversamos con Alejandra Menacho, activista y audiovisualista boliviana, sobre la escritura política desde el yo, que es una potente arma de lucha. Vivimos, experimentamos, pensamos y denunciamos en la calle y en las distintas plataformas. Un acercamiento desde el activismo subversivo, trans-feminista, antifascista y disidente sexual.
A continuación, la entrevista que realizamos, completa, transcrita y editada para el formato de texto.
Paola Senseve:La denuncia, históricamente, es fundamental en los feminismos y no me refiero solo al hecho de poder delatar a un abusador sea este un hombre, el sistema o el Estado; sino al armado de un discurso que articula y configura un lenguaje para visibilizar lo que no está bajo la luz, para mostrarlo con objetivos claros de cambio, mostrar estos sistemas, las opresiones, las historias, el pensamiento crítico. Alejandra, tú usas la palabra para denunciar en las calles, en un resultado de tu trabajo audiovisual, en las redes sociales. ¿Qué consecuencias te ha traído este ejercicio constante de decir, de mostrar?, ¿por qué lo consideras tan importante?
Alejandra Menacho: Muy buena pregunta. Yo empiezo a contar, desde antes del feminismo, a mis compañeras la experiencia del abuso sexual con mi primo, comencé a hablarlo mucho, no sé por qué, pero tenía ganas de contarlo y en el colegio recuerdo que me dijeron: Ale, ya no cuentes. Sabemos que has sufrido, entendemos lo que estás viviendo ahora, pero no lo digas porque te hace quedar mal. Eso cambió rotundamente todo lo que yo venía pensando, el hecho de hablarlo era expulsar el dolor y ahí, nuevamente, me colocaron en una posición de víctima callada. Quien dijo eso fue un profesor de colegio, en secundaria y yo me enojé muchísimo. Obviamente no le hice caso, no dejé de contar, pero la sociedad está tan acostumbrada a silenciar tanto a las mujeres que yo me imagino que lo ha vivido mi abuela y mi madre, quien no tiene el coraje, yo no la sacrifico, no la ninguneo o le apunto para que lo diga. Yo sé muy bien que soy producto de una violación; mi madre no sabe que yo lo sé. Pero yo no voy a estar diciéndole esas cosas para hacerla sufrir, porque ella siempre sufre, cuando empezamos a hablar de eso cambia su cara y me cambia siempre el tema, entonces yo me doy cuenta de eso.
Todo este aparato de la sociedad nos impide decir las cosas, pero existen mujeres que no nos callamos y no lo vamos a hacer nunca porque creemos en esta herramienta de la voz. No sé cómo es ser muda, pero callar es prácticamente como ser muda; perder la voz, el timbre, color, la esencia de un ser humano. Es llevarnos a la penumbra, a la oscuridad de sentirnos miserables en esta sociedad. Para mí eso era horrible, sigue siendo horrible para muchas mujeres que no pueden contar su realidad. Contarlo así, no importa cómo, si llorando, ocultando o sonriendo, porque también resulta que nos juzgan porque empezamos a hablar de abusos sexuales como si nos haya gustado que nos violaran. Me he encontrado con esa situación porque hay veces que yo lo hablo de manera suelta, libre, feliz y relajada.
Una vez un tipo me dijo: Parece que vos disfrutaste, por eso es que lo contás cada vez, disfrutaste que te hayan abusado sexualmente. Yo pensé: ¡qué horrible sociedad!, que todo el tiempo está observando cada uno los detalles, cómo una lo cuenta, cómo una se viste, porque también, ¡ojo!, también contaba mucho la vestimenta, hasta ahora sigue contando la vestimenta para la mujer, para ser castigada. Yo en esa época me vestía como marimacho, a mí no me gustaban los vestidos, a mí no me gusta el color rosa, lo detestaba; era bien ‘rara’, mi forma de vestir era totalmente diferente a lo que era una niña de mi barrio, con su vestido rosa, con su faldita. La única vez que usé ese pinche short fue cuando pasó eso, después nunca más lo volví a ver, nunca más. Empecé a vestir mucho más grotesca, con ropa ancha, no quería que vean mi cuerpo, además, encima, en una sociedad que estereotipa la belleza de las mujeres, yo sentía vergüenza de mi cuerpo, porque encima no soy tan ‘traseruda’ como son mis parientes, yo soy la única que les digo: Pucha, ustedes me robaron las nalgas. Empezaban a cuestionarme muy fuerte y yo me sentía bajoneada, después encontré ropa muy cómoda, no tenía sentido que me preocupe, me gusta la ropa tal como la uso ahora, que juego con ella.
Pero yo creo que es fundamental que muchas mujeres puedan contar su realidad, me doy cuenta de que con o sin el feminismo yo igual lo contaba, así como lo hacen muchas otras mujeres para trasmitir conocimiento y fortaleza a otra generación, también para que puedan denunciar. Me da mucho coraje y mucha pena de que yo no haya tenido la oportunidad de hablar con mi abuela, por ejemplo, porque yo sé que ha vivido muchísima violencia de parte tu marido, mi abuelo, yo veía la violencia que ella recibía, tanto psicológica como física. Recuerdo que mi abuelo llegaba borracho y sin sentido le daba puñetes en el estómago a mi abuela mientras yo estaba durmiendo. Esas cosas no se las perdono todavía a mi abuelo, no se las perdono para nada y tengo un cierto rencor, no me pesa decir que siento rencor por esa persona, por quien me abusó o por mi abuelo y por muchas otras personas. Creo que el rencor es otra herramienta emocional y fuerte que nos permite a las mujeres sobrevivir a este sistema opresivo. Hasta ahora siguen diciéndome que no cuente, dentro de mi familia no quieren hablarlo, no quieren denunciarlo, yo soy la primera que defiende la idea y la postura de que las mujeres tienen que hablarlo.
P.S.:Entrando más en el terreno de lo que es ahora tu vida y tu activismo, una de las cosas que más admiro de “La pesada subversiva”, el colectivo del cual formas parte, es esta irrupción en la ciudad de Santa Cruz que es tan compleja, tan llena de contrastes con la modernidad capitalista y económica y el conservadurismo rancio peleando todo el tiempo; y así ustedes, un grupo pequeño de personas diversas que habla y sigue hablando desde el yo, desde sus experiencias, sus posiciones y características para lograr un impacto social causando incomodidad. Cuéntame un poco más de esto, desde el yo, Alejandra, y toda tu participación en “La pesada subversiva”.
A.M.: Recuerdo muy bien cuando conocí a la Cristina, ustedes la conocen, le decimos de cariño “la Cristina”. Yo era parte del Centro Cultural San Isidro en el Plan 3000 y ahí fue donde la vi muy amanerada. Yo no había visto tan de cerca un maricón o a un gay, como se decía, pero a Christian no, no le gusta, y me llamó mucho la atención su fuerza también porque esa fuerza que tiene Christian yo la había visto en otras mujeres también, en María Galindo, en Juana de Arco, en mi madre, en mi abuela; ya la conocía pero me llama la atención y decido hablarle y luego me entero que él también sentía cierta intimidación a poder hablarme porque decía que venía siguiendo mi trabajo y yo le decía: yo qué hice pues. No sé pero sí había una mutua admiración entre ambas y empezamos a salir, obviamente, primero fue a través de la borrachera, ¡cómo no!. En el Centro Cultural de San Isidro con las voluntarias y los voluntarios, yo empiezo a amistarme mucho con ella. Antes de llegar a San Isidro, fui parte de otro espacio, que es el Centro Cultural Espacio Kempff, más allá del Centro San Isidro, yo articulaba con gente de ahí y obviamente con mi pareja. Mi pareja tenía una muy mala reputación y todas las que se acercaban me decían: ¿Por qué estás con esa persona?, muy atronado. Luego ya empezamos a entablar una amistad muy fuerte con Cristian, empiezo a contarle lo que yo les he narrado a ustedes, se los he confiado, se lo confié a Cristian como muchas otras cosas, hasta mi culo le confío a ese marica. Él venía con esta figura de entender y explicar cómo funciona el mundo lésbico, el mundo LGBT, el mundo de las diversidades sexuales que yo no entendía y no sabía que existían organizaciones así, sí sabía sobre los pueblos indígenas y ahí yo venía acompañando todo el proceso y de activista ambientalista, defensora de animales, pero no de defensora de mujeres. Y así pasó un año, dos años y en tres años hicimos muchas cosas, actividades en San Isidro, que nos abrieron las puertas a Cristian y a mí. Ahí tuve la oportunidad de viajar, de involucrarme mucho en las nuevas alternativas, en los medios de comunicación; ahí empiezo a experimentar el periodismo fotográfico, obviamente yo no tenía una cámara, pero sí me las inventaba con mi camarita compacta, que me acuerdo fue la primera que me regaló mi madre, luego ya una digital. Yo ya jugaba con esa camarita y empezaba a escribir, muy mal, por cierto, escribía muy mal, pero escribía. Ese era el objetivo, escribir sin tener miedo. Luego apareció este medio digital alternativo que es Periodista virtual, con ellos empiezo a escribir, todavía con mucho miedo, no decido registrar ni grabar, pero sí la fotografía. Una vez me pidió Christian que escriba sobre la importancia de lucha de las mujeres desde mi testimonio, desde mi experiencia, justo como ahora en esta entrevista. Entonces yo me animo a escribir. Hablé sobre los árboles, sobre su cuidado. Hice mi blog en defensa de los árboles de Santa Cruz, sin ni siquiera conocer a una Eliana Torrico. A la par que defendía mi tesis iba a San Isidro y hacíamos cosas. Y luego aparece Denilson en el camino, una jovencita muy guapa, bien loca, y luego aparece Katia y empezamos a viajar mucho, empezamos a hablar sobre violencia entre los jóvenes, sobre cómo manejar narrativamente la violencia al escribirla para no revictimizar, para no castigar a las mujeres, o sea, el periodismo desde un enfoque de derechos humanos. bastantes talleres nos han dado la Beiby Vaca sobre eso. Y, bueno, obviamente, no entendía mucho cómo vincular el feminismo dentro del periodismo, pero Christian ya lo hacía, entonces yo venía siguiendo su trabajo y aprendiendo de ella y, además, no solo eso, sino que Christian ha sido una de las personas que gustándole hacer muchas cosas, me ha empujado, me ha dado las herramientas que estaban ahí para mí, pero yo no me atrevía, era muy insegura de mí misma, me decía: vos tenés que escribir un montón aunque te equivoqués, hacelo; mira, por este día di solo una frase. Yo lo hacía, él se encargaba del arte y lo colocaba en la página de San Isidro. Aunque después yo sentía también cierta lejanía, si bien eran mis amigas, Denilson, Katia, Christian, no me sentía muy ‘parte de’. Yo me acuerdo que una vez fuimos a Cochabamba y les pregunté. Ninguno se acuerda de eso, que nos quedamos alojadas en el mismo hotel, en el mismo cuarto y ahí tuvimos la oportunidad de reclamarnos cosas, decirnos cosas, y yo les reclamé a las dos que me hacían a un lado: ¿por qué ustedes dicen siempre dicen ser mis amigas, pero a la hora de la hora hacer cosas es como si yo fuera un tercer sexo o cuarto sexo, muy diferente que hay que cuidar, que hay que apoyar, que hay que impulsar, por qué no soy realmente parte de ustedes. Katia no supo qué responderme, además que ella es super callada, mucho más que yo, pero es una tipa muy inteligente y recuerdo que se quedaron pensando.
Ellas venían hablando sobre la idea de armar un colectivo, una colectiva no sabía de qué. De ahí se empiezan a visualizarnos a las cuatro como algo que se podía transformar en algo distinto. Recuerdo que llegamos a San Isidro, estábamos Christian, Denilson, Katia y yo, en eso dijo una compañera; ¡ahí vienen las pesadas!. Ahí inició “La pesada” cuando ella lo dijo. Nosotras transformándonos en ser unas personas que cuestionaban la institucionalidad y la forma de cómo se organizaba las cosas dentro de San Isidro, dentro de la sociedad y dentro de nosotras mismas. Decidimos un día que nos juntamos en un café empezamos a preguntarnos: oye, suena interesante que podemos hacer juntas algo, ¿no? Una cosa llevo a la otra y luego llegó el momento de nombrarnos, no sabíamos qué llamarnos, pero ya tenía que ir la palabra ‘subversiva’ y nos acordamos de esta compañera que dijo ‘las pesadas’, porque claro, Christian y yo veníamos de la escuela de Mujeres Creando, de ser bocona, gritona, de buscar conflictos donde se ameritaba que haya, eso éramos las dos. Abramos una colectiva que se llame La pesada subversiva y ahí, pues, todo comenzó. Este colectivo ha sido un espacio muy importante como lo fue en su momento Mujeres Creando para mí porque me han dado herramientas. Yo no quiero desmerecer tampoco a Mujeres Creando, ha sido mi vida, me han formado ideológicamente desde el feminismo y luego ya migré a La pesada subversiva. De seguro quieren saber por qué me salí, porque todo el mundo me pregunta por qué te saliste de Mujeres Creando. En esa época yo entré en una crisis emocional y económica con mi familia, dentro de Mujeres Creando hay algunas mujeres que me odian y decido salirme porque, a todas nos pasa eso, si bien el colectivo me abrió puertas para entablar comunicación y vínculos con otras colectivas feministas a nivel nacional e internacional, puedo decir también, también paraencontrar trabajo te cierran las puertas. Yo y había terminado la carrera, no había trabajo para mí porque yo era parte de Mujeres Creando. Mi madre, en esa época, estaba enferma, su cáncer de cuello uterino estaba avanzando no había dinero. Yo me sentía, obviamente como hija única, impotente al no poder ayudarla. Mi madre siempre ha estado trabajando desde los pueblos indígenas, desde el gobierno, pero no era suficiente, así que decido retirarme con el dolor de mi alma. Recuerdo todavía aquel correo que escribí a nivel nacional para Mujeres Creando, fue muy doloroso tener que retirarme por esa razón. Así que María con un dolor también, con una poesía tremenda se despide de mí. También las otras compañeras y hasta ahora me parece increíble esa figura que yo tanto oía hipócritamente, tanto huía de ahí porque no me daban trabajo por ser de Mujeres Creando, que es un colectivo radicalmente feminista, anarquista. Las compañeras se enojaron conmigo después porque formé otra colectiva. Yo las entiendo y acepto que me reclamen eso, pero ya no había sentido en que vuelva tampoco. Decido nomás avanzar con la colectiva porque María me cerró las puertas, se enojó conmigo, me bloqueó del Facebook y otras compañeras también, entiendo y las acepto. Después La pesada subversiva para mí, era muy raro, así como las compañeras y los compañeros de la universidad que manejaban estos lenguajes super raros experimentales yo no había visto nunca un performance y no lo entendía. Todas las actividades se hacían en la calle, empiezo un poco a indagar eso, esa experiencia, luego me entero de que todo lo que yo hice en la pasarela feminista de Mujeres Creando era parte de una performance, y ahí empiezo muy fuerte a profundizar las herramientas que yo voy a utilizar visualmente. Porque una de las características principales para ser parte de La pesada subversiva era poder experimentar con tu cuerpo, como venía haciéndolo María, en su época, en su momento dorado, es un personaje también fundamental que me ha llevado a cuestionar muchas cosas, visualmente más que todo, la experiencia desde la disidencia y el feminismo cómo se combinan ambas corrientes, y resulta que son sumamente parecidas, súper fuertes, potentes al momento de decir las cosas. Yo siempre hablo del feminismo de Mujeres Creando, no hablo de otro feminismo.
P.S.: Alejandra, ¿qué es la disidencia que va por delante en todo tu trabajo, en tu vida y en el aspecto de formar parte de La pesada subversiva? Siento que es la palabra madre en todas tus escrituras sobre la denuncia, ¿tú crees que esto es correcto? Cuéntanos un poco respecto al papel que juega la disidencia o cómo la podemos entender en tu activismo.
A.M.: Una de las interesantes situaciones que siempre ha habido en La pesada subversiva es la oportunidad de reflexionar muchas cosas de lo que entendemos como, conceptualmente hablando, correcto; y la disidencia para mí y lo venimos hablando en el colectivo, es esta reconexión de lo que no es permitido dentro de una sociedad, de lo que es raro, de lo que se puede hablar y de lo que no se puede hablar. La disidencia es eso, desconectarse, desprenderse de lo que racionalmente conocemos que es correcto. Desde la sexualidad, desde lo político, desde incluso el feminismo, desde el movimiento indígena. ¿Realmente es así como nos han contado nuestras abuelas y nuestros abuelos? La disidencia, para mí, es eso, disentir en todo sentido y en todo. Yo no me daba cuenta de que era disidente, cuando hay el momento de desconectarse de lo que está establecido o normado en la sociedad, sobre lo que existe o no, digamos Dios, sobre si hay una forma de ser indígena, si hay una forma de ser mujer o de ser de una forma específica como lesbiana. Los conceptos se replantean cotidianamente a través de nuestras experiencias, desconexiones, de nuestros experimentos, entonces no me daba cuenta que yo era disidente hasta que empiezo a enterarme del cine, empiezo a dejar cosas y a avanzar, a no sentirme tampoco como parte del montón, no quiero desmerecer tampoco, pero quiero que me entiendan. No quiero que piensen que yo me creo especial, pero hay personas en específico que están prendidas a cuestionar todo, están pensando muchas cosas y no aceptan lo establecido como normal. Fue ahí donde conocí a un Marica y Marginal, Katia Carmesí y a Denilson, que rompían todos los esquemas tanto visualmente como discursivamente dentro de su familia, en la calle, e la universidad, y eso es digamos es la disidencia para mí.
P.S.:Yo estuve viviendo en La Paz en los últimos años y me parece impresionante la forma en la que han cambiado las cosas en Santa Cruz, con La pesada subversiva, con la presencia de Mujeres Creando, con otros colectivos, con las distintas marchas. El feminismo en Santa Cruz ha crecido mucho. Otra lucha fundamentaldesde Santa Cruz y Bolivia es la de la libre sexualidad, la diversidad y el placer; algo que para las mujeres y precisamente para todas las diversidades siempre quiere ser reprimido, escondido y principalmente, violentado. ¿Cómo encaras esto? La denuncia en el sentido de la visibilización de la sexualidad y del placer y del derecho a la libertad sexual.
A.M.: La pesada subversiva viene transversalmente, interseccionalmente interviniendo en esos temas, es parte de la Campaña 28, que, como ustedes saben es la campana que lucha por la despenalización del aborto en Bolivia. Nosotras no íbamos a quedarnos fuera de plan, de esa defensa, de esa lucha a favor de la sexualidad y la libertad de las niñas sobre su sexualidad también y de respetar y de no obligar a una mujer a ser madre.
Empezamos un poco a reflexionar incluso cómo es que desde las mujeres entendemos el aborto, a realmente ver todo el sufrimiento. Y mi respuesta es no, claro que no, hay niñas que sí se adelantan en su sexualidad, pero eso no quiere decir que todas nos adelantemos a nuestra sexualidad, a disfrutar del placer, de la masturbación. Entonces me pregunto, ¿por qué no puede haber un aborto placentero? ¡Claro que puede haber! Físicamente una vive y la pasa mal cuando aborta, es inexplicable ese dolor, ¿no?, además de lo que socialmente se construye en la cabeza, establecido como cruel, porque eso es una imposición social, es una posición ideológica de un sistema, de un modelo social económico y político que hasta ahora sigue permaneciendo para muchas mujeres que se la siguen creyendo. Yo vine trabajando mucho esa idea del placer de abortar. Claro que hay un placer, ¿en qué sentido?, en una liberación sexual, en una liberación política y un apoderamiento de tu cuerpo y de tu mente, de que vos tenés el control. La sociedad dice que tiene el control de tu cuerpo, pero no es así; metafóricamente hablando, ellos tienen el poder, pero en la práctica cuando tú te masturbas, te manoseas, tú eres la que lo disfruta, tú eres la que lo está viviendo y no la sociedad. Y qué tiene si lo dices así tan desprendida, y tan, como a veces me dicen, fría. Hay algunas feministas que no hablan de esto, desde ese lugar me parece crucial porque tanto decimos la defensa de los derechos de las mujeres, tanto decimos el derecho a decidir y no podemos hablar en la sexualidad de esta otra manera. Entonces por eso, en ese sentido somos bien berrinchudas, disidentes para incluso intervenir dentro del movimiento feminista, para hablar de estas cosas. Por eso decimos que el placer igual es político, netamente. Hay un momento crucial donde hay ciertos sujetos intelectuales que quieren desconectar mucho esto, desprender esto y quitarle el poder básicamente. Pero de eso se trata, cuando tú te encuentras en una situación, por ejemplo, de vulnerabilidad cuando estás con tu agresor y eso le transmite poder a esa persona para que pueda ejercer cualquier violencia contra vos. Por eso hablé en uno de los artículos sobre el poder de la violación, y ahí fue donde yo, narrativamente, escribí con mucho más detalle acerca del abuso sexual. Por eso pienso en la palabra, la voz es un instrumento poderoso para denunciar muchas cosas; mucho más fuerte es el audiovisual, por eso a mí me encanta porque le doy voz, color y le doy materia física al sujeto para que pueda denunciar. Obviamente yo no soy ninguna diosa del audiovisual, yo agarro la cámara y ya está, doy rec y que la magia traspase desde el sujeto o la sujeta política para poder contar. Entonces eso es para mí, ¿no? El placer es una liberación para todas, salir de la nebulosa de decirlo como tal, es lo que cuesta y es un camino muy largo para hacerlo también.
P.S.: El feminismo tiene la capacidad de interpelar y cuestionar sistemas y niveles distintos; en tu caso, Alejandra, también visibilizas lo indígena con tu escritura, en tu trabajo audiovisual y en tu activismo. ¿Cómo haces para tejer todos esos discursos y cuáles son las consecuencias?
A.M.: Tiene que ver, no solo con visibilidad, ahora mismo estoy en una crisis ideológica-política con esa palabra, porque no es solo visibilidad, tiene un trasfondo netamente de conocimiento para nuestra sociedad. Los pueblos indígenas tienen una rica experiencia en cómo manejar la economía, en cómo manejarse social u organizativamente, entablar diálogos y asambleas. A mí siempre me han encantado desde niña, cuando iba con mi madre a la Asamblea del cabildo indígena moxeño, en Trinidad, ahí me sentí muy parecida a ellos porque todavía yo incluso tengo de manera muy fuerte las facciones del pueblo indígena moxeño, y mi madre también y mi abuela también y es interesante porque hay compañeras que se quieren desligar del mundo indígena, no quieren reconocerse como tal, tengo parientas que no se identifican como indígenas como yo lo hago, con el fervor que yo defiendo. Pero tiene que ver con este mundo, de manejar la productividad, tanto el cuerpo humano como la tierra en nuestros espacios. Yo creo que la cultura hidráulica ha tenido una fuerza impresionante de poder manejar el ecosistema donde sabemos que Trinidad y el Beni se inunda cada vez. El Beni es traspasado por tres ríos fundamentales, por eso cada vez va a haber inundaciones. Hubo una época, mucho más antes de la llegada de los españoles, que estos pueblos y territorios pudieron adaptarse al medio ambiente, por las inundaciones, por la sequía.
Venían reinventando la forma de vestir, no es algo que tampoco ha estado establecido yo creo que los pueblos indígenas han ido evolucionando, han ido aprendiendo y también perdiendo conocimiento. Y en ese sentido de perder algo tan rico para nuestra sociedad actualmente es donde yo refuerzo que hay que volver a ciertos elementos que nos pueden ayudar como sociedad en el medio ambiente para no explotarlo, para no maltratar tampoco a las ciudadanas y los ciudadanos que habitan este territorio. En ese sentido es que yo reivindico mucho la lucha de los pueblos indígenas porque hay cosas que tienen que volver para poder subsanar todo el daño que le estamos haciendo a nuestro territorio, al medio ambiente, a la sociedad también, el daño que nos estamos haciendo entre nosotras. Pero ¿en qué sentido? Gracias a la globalización nos hemos ido desconectando también como seres humanos, tanto de nuestra sexualidad como de comunicarnos con el otro, entonces creo que yo siempre voy a reivindicar y siempre trato de jalar esos elementos históricos para poder transmitirlos y que no desaparezcan porque el conocimiento y la experiencia es eso, nos transmite esperanza, productividad en el ser humano y en el territorio para el cuidado y la sostenibilidad, lo que podemos llamar como una sociedad altamente productiva, cosa que ahora en ciertos territorios son eso, aplican eso. Por este tema de la migración, de buscar también otras posibilidades de poder vivir tranquila y dignamente nos hemos desprendido de esos conocimientos ancestrales, me apena muchísimo siempre. La última que hablaba moxeño-trinitario era mi bisabuela, la única que le entendía era mi abuela y ahora yo lo hablo. Pero lo interesante del cambio revolucionario social que ha habido en nuestro país es que ciertas organizaciones han nacido de los pueblos indígenas y eso nadie lo dice, ni siquiera ha surgido de Evo Morales, ha surgido de una lucha reivindicativa de todos los pueblos de Latinoamérica, entonces en ese sentido es que yo siento que hay que volver a jalar nuestras experiencias para poder plasmarlo en nuestra sociedad actualmente. Es por eso que siempre la forma en que yo escribo, en la forma de cómo agarro la cámara, se ve ahí; muy poca gente lo nota, pero está ahí.
Entrevista, redacción y edición: Paola R. Senseve Tejada
Transcripción: Cynthia Biggemann
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