Diversidades sexuales

La lengua, el poder de nombrar al mundo

Feminismos

Escrituras y feminismos

10 de mayo de 2023

Una entrevista a Susy Delgado

En nuestro segundo capítulo La lengua, el poder de nombrar al mundo. Lenguas indígenas y escritura conversamos con la poeta paraguaya Susy Delgado sobre traducciones, cosmovisiones, escritura bilingüe, colonialismo y la importancia del lenguaje que configura nuestra realidad y la forma en que vivimos.

A continuación, la entrevista que realizamos, completa, transcrita y editada para el formato de texto.

Paola Senseve: Susy, tengo entendido que eres comunicadora, periodista y gestora cultural, que trabajaste muchísimo por el arte y la cultura en Paraguay y quisiera que me cuentes cómo es que llegaste al mundo de la poesía y el trabajo con la lengua y la palabra.

Susy Delgado: Creo que se fue dando sin que me diera cuenta, en forma natural, tal vez, por la infancia que me tocó, por lo que vino después. Yo tuve una infancia campesina, crecí sobre todo con mis abuelitos que eran dos agricultores muy modestos de la campiña o la campaña, como decimos en Paraguay, la campaña paraguaya, donde recibí la primera semilla de la lengua y de la palabra; la figura de mis dos abuelitos me marcó hondamente por razones diferentes. Mi abuelo tenía la hermosa costumbre de contarnos cuentos junto al fuego en esa cocina campesina, cenicienta, del fuego en el suelo. De aquello, me quedó el cultivo de la palabra y con el tiempo, asumiría de una forma diferente, además de que ahí recibí la lengua, mi infancia transcurrió en guaraní, mi lengua materna es el guaraní.  

Y luego, cuando empecé a ir a la escuela, me ocurrió lo que a toda la gente de mi generación y de generaciones posteriores: fui alfabetizada en castellano. La literatura misma en el sentido occidental que hemos heredado la fui conociendo en los años ya plenos de la adolescencia. Por allí comencé a conocer a ciertas figuras que me alimentaron una inclinación que fue asomando de a poquito en mí hacia las artes en general y luego, de forma clara y fuerte hacia la literatura, especialmente hacia la poesía. Tuve suerte de ir conociendo a escritores que hoy en día considero maestros para ese caminito que empezaba a andar. Ya en la adolescencia conocí a dos escritores importantes; él era un gran poeta, grandísimo poeta, Óscar Ferreiro y su esposa Ana Iris Cháves, narradora, una mujer de virtudes extraordinarias, de ambos yo recibí un gran apoyo porque, por lo visto, ya se iba asomando tímidamente algo en mí. Así iba garabateando mis primeros cuentitos, mis primeros poemas.

Ya cuando tenía los dieciséis, diecisiete años esto ya se me había convertido en un hábito, en una necesitad muy fuerte, de tal modo que por las noches escribía como loca en unos cuadernos gordos y amarillentos que había por entonces; algo de eso guardo todavía. Mi abuelita no entendía qué mierda estaba haciendo, qué escribía tanto y tanto, entonces se preocupaba y me decía en guaraní: Mba’e añáiko la rejapoiteíva, nde resa seco-páta niko pe kuatia ári… (“¿Qué es lo que tanto escribes?, se te van a secar los ojos sobre el papel”).

Y así fui encontrando ese caminito. Tardé mucho en el proceso de considerar la posibilidad de que yo fuera una escritora en el sentido pleno de la palabra. Yo era y soy todavía, terriblemente tímida e insegura, necesité conocer a muchos maestros, a escritores importantes que me dieron su aliento. Tal es así que, me animé a publicar mi primer libro a los treinta y cuatro años. Para tomar esa decisión me ayudaron mucho dos figuras fundamentales para cualquier escritor paraguayo y a quienes un día me animé a enviarles mis poemas. Yo ya tenía una verdadera montaña de cosas garabateadas, hice un paquetito y lo envié nada menos que a Augusto Roa Bastos y, otro similar, a Rubén Bareiro Saguier. Esas dos figuras señeras, cumbre de la literatura paraguaya que se portaron con una generosidad y una apertura extraordinaria conmigo. Roa Bastos me respondió con una carta de trece páginas que yo guardo como a una verdadera joya, una especie de clase magistral sobre la poesía y, al mismo tiempo, un aliento generosísimo, él opinó sobre mi poesía tan jovencita, tan tímida, tan torpe y me dio un aliento increíble. Una actitud muy similar tuvo Rubén Bareiro Saguier también, con conceptos muy generosos y estimulantes. De tal modo que mi primer librito salió con parte de aquella carta de Augusto y con la carta que me dio a su vez Bareiro Saguier. 

Así empecé este camino y lo empecé en castellano porque, si bien yo siempre amé profundamente mi lengua materna, necesité también un proceso de concientización sobre el valor tremendo de mi lengua. Yo tenía una especie de respeto equivocado y exagerado hacia mi lengua materna porque me parecía que no iba a poder escribir nunca en ella; ¿por qué?, porque era una época en la que no había mucha promoción de la lengua guaraní y sí, había un prejuicio muy fuerte, que, de alguna manera, también habrá pesado en mí. Entonces fui haciendo lentamente ese proceso de valorización y, no sé si lo puedo decir ahora, tuve el gran hallazgo de que sí podía escribir en guaraní. 

Un día, cuando trabajaba en una agencia publicitaria me pidieron que escribiera en guaraní un pequeño guion radial para dos cómicos muy populares y ahí que me di cuenta de que sí podía escribir en guaraní. Jamás olvidaré ese día, yo tenía veintiocho años y hasta ese entonces me parecía que no iba a poder escribir en guaraní. Yo terminé dedicándole casi quince años a la redacción en publicidad y creo que es un ejercicio extraordinario para quien quiere ser escritor. 

Empecé a trabajar con la lengua en ese hábito estupendo que se tiene en las publicitarias, el de tirar muchos papeles al basurero y empezar de nuevo y buscar nuevos enfoques, nuevas palabras; y, así me enloquecí de gusto por el guaraní y empecé a buscar libros que me faltaban. Yo no tengo una formación académica, en este terreno en cuanto a la lengua guaraní, la hice a los tumbos, como pude. Y, la escritura, que tiene sus bemoles, como cualquier lengua sus características y sus normas propias, la fui adquiriendo de a poco con los libros y luego ya con amigos escritores.

P.S.: Sé que la lengua es un tema central en tu vida y en tu producción artística. ¿Crees que hay diferencias o articulaciones entre ambos idiomas? Lo planteo desde la cosmovisión en la que estos idiomas fueron concebidos, su musicalidad, sus particularidades. Leí que en algún momento dijiste que creciste en un ambiente donde se vivía en guaraní, lo menciono porque esta concepción me interesa mucho: la vida determinada por la lengua, el vivir en un idioma. 

S.D.: Para empezar, para mí el guaraní y el castellano son lenguas muy diferentes, tanto en su morfología, en su estructura, en su carga cultural, en el acervo cultural que cada una arrastra. Pero a nosotros los paraguayos, igual que a muchos pueblos de América, les ocurrió con otras lenguas indígenas se nos cruzaron juntas en el camino, se mezclaron, se interfirieron, se contaminaron mutuamente. Son dos lenguas completamente diferentes. El castellano, ya sabemos, es una lengua flexiva, con sus características conocidas. El guaraní es una lengua aglutinante con una morfología y una sintaxis que se construye de una forma muy particular. El guaraní, por su parte, esta íntimamente enraizado en una cosmovisión cultural que para nosotros es un valor muy profundo.

El guaraní es la cultura del ñe'ẽ, es la cultura de la palabra, es valor de la palabra. Y la palabra ñe'ẽ que quiere decir palabra, y quiere decir lengua al mismo tiempo, y, desglosando sus elementos, quiere decir también nada menos que “entregar el alma”. Así que nosotros nos consideramos -creo que lo somos- herederos de ese valor tan alto, ese valor que es el más sagrado para la cultura guaraní.

Mencionabas un poco también algo sobre su musicalidad. Yo creo que cada lengua, me da la impresión, no soy especialista, pero simplemente por leer, por lo poco que he hurgado, tengo la impresión de que todas las lenguas tienen su musicalidad, tienen su música propia. Estudié un poquito el alemán que me resultó una lengua endiablada, pero sí se me quedó su música. Aprendí unas diez palabras a lo sumo, fui becada a Alemania, ¿pueden creerlo? y me costó muchísimo, pero se me quedó precisamente su música, cuando yo empiezo a escuchar el alemán, no necesito entender lo que están hablando, ¡ah!, es alemán, es por su música. El guaraní tiene la suya que es una música muy rítmica; si habláramos en términos de poesía, es de versos cortos, muy rítmicos. 

Estas son algunas de las características que de las que puedo hablar así rápidamente, las diferencias grandes que hay entre las dos lenguas principales que a mí me tocaron y cultivé, como les decía, durante muchos años solamente el castellano, hasta que apareció en mi vida la posibilidad del cultivo del guaraní. Mi lengua estaba viva y yo la usaba, estaba muy viva en mi cotidiano. Pero en el cultivo del papel, que era por entonces -las teclas todavía no estaban-, apareció muy tarde, pero con una fuerza que fue creciendo y creciendo con los años.

P.S.: Cuéntame un poco sobre la importancia de la condición bilingüe en Paraguay que, para el mundo, y especialmente en Latinoamérica, es una situación muy particular. Quisiera saber si sientes o percibes amenazas ahora o desde siempre hacia el guaraní como idioma oficial en tu país, si sientes que está siendo un poco desplazado de a poco. 

Tengo entendido que trabajaste con otros guaranistas para la conquista de la Ley de las Lenguas del 2010. 

S.D.: En Paraguay ocurren algunas cosas que quizá los especialistas no entienden muy bien. Pero esto está marchando super bien o está marchando mal, es un poco difícil entender la situación lingüística del Paraguay porque tiene sus grandes logros y tiene sus señales preocupantes. Siempre ha sido así.

Para empezar, hay que hablar, aunque sea muy rápidamente de esa situación lingüística tan diferente a la que hemos llegado en Paraguay por un mestizaje que se dio de un modo distinto a los demás países que tuvieron y tienen también lenguas indígenas. En nuestro caso, por resumir, se hizo un mestizaje tan profundo y favorecedor para el guaraní que llegamos a esta altura de los tiempos con una lengua originariamente indígena que es patrimonio vivo de la población paraguaya, con un índice altísimo de hablantes, el cual es un poco discutido, pero que, con toda seguridad supera el ochenta por ciento dentro de la población paraguaya. Algunos especialistas dicen que: no hay paraguayo que no conozca por lo menos media docena de palabras en guaraní y, de hecho, es así porque el guaraní está con un vigor impresionante en nuestra vida. No podemos hablar sin mezclar algo de guaraní, aunque estemos hablando en un contexto aparentemente castellano, se nos ha metido por todos lados y en hora buena. Yo creo que se trata de una riqueza extraordinaria que tenemos en Paraguay, es un valor muy grande. Tengo que ampliar un poco el concepto hacia la veintena de las lenguas indígenas que tenemos en Paraguay. La lengua mayoritaria -sería muy largo buscarle los motivos dentro de este proceso- es el guaraní no el castellano. 

Si vamos a hablar de la parte positiva, los logros que se fueron alcanzando como la conquista de la Ley de Lenguas en el año 2010 -que fue una lucha muy larga de dos décadas-; ese tiempo yo ya era mucho más consciente del valor de mi lengua y me había ido integrando poco a poco entre los luchadores por el guaraní, los guaranistas de mi país. Escritores, lingüistas, etc. Se conquistó la Ley de Lenguas en el 2010 y, como resultado, se crearon las instituciones importantísimas para seguir trabajando en una forma más eficaz por la lengua.

Se crearon, a los pocos años la Secretaria de Políticas Lingüísticas, que es la encargada de diseñar y aplicar las políticas lingüísticas en Paraguay, y la Academia de la Lengua Guaraní, al poco tiempo después y son dos instituciones que hoy en día ya están trabajando de forma admirable, ganando paso a paso mayor terreno en la normativización y normalización de la lengua. En cuanto a normativización, ya tenemos una gramática oficial, un alfabeto y un diccionario, que es el logro más reciente: el Diccionario oficial de la lengua guaraní.

Y en cuanto la normalización de la lengua también se ha ido avanzando en forma auspiciosa y alentadora en las instituciones estatales porque la lengua guaraní conquistó la oficialidad en el año 1992 con la Constitución que tenemos vigente. Pero esa oficialidad se quedó en los papeles, hasta estos recientes años en que empieza a hacerse real en las instituciones públicas del estado paraguayo.

Amenazas, siempre las hubo. Existen lamentablemente esos prejuicios que no han muerto del todo; de que es una lengua que no sirve para trabajar, para salir del paso en la vida, que es una lengua oral -dicen muchos-, mucha gente no ha descubierto todavía que el guaraní empezó a pisar el terreno de la literatura desde los primeros conquistadores que llegaron

Por suerte llegó gente que tuvo la gran visión, de valorizar, de descubrir la riqueza de esta lengua y de empezar a trabajar con los indígenas en la escritura. Así que la literatura en guaraní existe, desde los primeros tiempos del coloniaje y hoy en día, aunque mucha gente no se ha enterado, nuestra educación es deficiente en ese sentido, existe una literatura en guaraní frondosa y creciente. 

P.S.: Sobre esa misma línea ¿Cuál crees que es la importancia de los idiomas indígenas en el mundo actual, frente a lo que podríamos llamar las nuevas colonizaciones, o a este mundo cada vez más globalizado? Tal vez, me imagino y lo planteo, decir globalizado es una forma más bonita de decir colonizado.

S.D.: Y creo que tienen una importancia indiscutible y que, por suerte, se ha ido valorizando en las últimas décadas la lengua, su importancia, su riqueza, el acervo cultural, etc. Ya era hora.

Y se ha ido ganando terreno en ese sentido, sin ir muy lejos para las lenguas americanas, que son las más cercanas para nosotros. Yo trato de seguir bastante el proceso de afirmación, de dignificación de las lenguas americanas. He ido conociendo, por suerte, a amigos de México, de Bolivia, del Perú, de Colombia, de Chile, en encuentros a los que tuve la suerte de ser invitada, de los cuales me traje montañas de libros.

Si bien hay algo que ocurre todavía con la lengua guaraní en Paraguay, también vemos señales alentadoras, señales auspiciosas. Por ejemplo, en México hay una literatura impresionante de frondosa, con características diferentes en todos los aspectos al proceso nuestro. Pero no importa, tenemos que tratar de aprender de esos procesos algo que nos sirva en cada país, en cada situación. 

Hay una valorización paulatina, que se va expresando cada vez más con estudios especializados, ensayos, hay una verdadera montaña, bibliotecas enteras de libros; por un lado, de lo que producen estos pueblos indígenas mismos, y, por otro lado, de estudios especializados sobre ellos.

Al mismo tiempo, hay señales que no dejan de preocuparnos, sobre todo de algunas lenguas que muestran signos de peligro de extinción, una declinación preocupante. En Paraguay tenemos dos así, pero por suerte, se les están dedicando programas especiales de trabajo: son las lenguas guaná y manjui. Especialmente en el guaná puedo comentarles que hace algunos años, ya solo existían cuatro abuelas hablantes de la lengua guaná y se inició un programa donde las figuras fueron ellas. Se está avanzando en ese proceso, con los chicos, con los adolescentes, se está caminando y registrando esta lengua.

Sí, las lenguas son elementos de colonización, como señalabas. Todas tienen su lado tremendamente enriquecedor y tienen su lado colonizador. Son dos aspectos contradictorios que, tal vez, están en todas las lenguas. A la persona que trabaje con ellas, cualesquiera sean, tiene que siempre despertarle reflexión, análisis profundo. A mí me toca esa perspectiva porque el castellano, naturalmente, ha tenido su lado colonizador tremendo; todavía lo tiene, pero por otro lado, ha tenido y tiene su lado de enriquecimiento cultural innegable. Yo rescato, sobre todo, y sin negar al otro, el aspecto enriquecedor del acervo cultural que, a mí, como mucha gente, nos ha llegado a través del castellano.

Por ello yo nunca renegué del castellano, me parece que no puedo hacerlo porque me ha dejado cosas magnificas, invalorables. Por eso sigo escribiendo también en castellano, sigo escribiendo hoy en día en mis dos lenguas. Después de un proceso de reflexión sobre las dos lenguas que me tocaron en la vida sobre su interacción, su contaminación mutua, sobre los prejuicios que existen en mi país respecto de esa contaminación, yo terminé, sin embargo, defendiéndola y valorizándola como un acercamiento más efectivo hacia el hablante real de las lenguas. Los pueblos son los dueños de las lenguas y yo no soy quién para ponerle fronteras a los pueblos, al mío tampoco. 

Terminé con la conclusión de que yo como escritora debo asumir esa contaminación de mis dos lenguas y debo tratar de trabajar con ella que, para mí, es una enriquecedora y es algo que llevo haciendo desde hace ya unos buenos años: mezclando mis dos lenguas.

P.S.: ¿Cómo ha sido, desde tu experiencia, ser mujer, poeta, escritora en Paraguay? ¿Qué dificultades dirías que han sido las principales desde tu recorrido, desde tu infancia campesina, tu relación con la lengua o tu carrera poética? Sé que te asumes feminista incluso antes de que se hablara de feminismo en Paraguay; esto me interesa porque habla del feminismo como una política vital de la experiencia, de los cuerpos, de la calle y de lo cotidiano. 

S.D.: Yo creo que me hice feminista sin darme cuenta. Un día descubrí que coincidía con las posturas feministas. ¡Resulté feminista! -me dije un día. Ocurre que yo soy muy reacia a las etiquetas, a los encasillamientos. Soy muy antigregaria, exageradamente independiente o pretendo serlo, rehúyo mucho a los -ismos. Aquí resulta que yo era feminista sin darme cuenta y, simplemente, yo creo que es porque me tocó una infancia y una adolescencia en las cuales yo mamé los problemas de la mujer en una forma muy profunda, tal vez, sobre todo, en esa infancia campesina que tuve en donde fui conociendo en carne propia los prejuicios que existían y existen sobre la mujer, el trato que se le da y daba a ella, el relegamiento que le toca, lo fui mamando y fueron cosas que me inquietaron desde el principio. 

Matizando un poco con una anécdota, puedo comentarles que yo me peleaba mucho con mi abuelito, a quien, adoraba y se quedó en mí como una figura extraordinaria, como incanjeable, invalorable, pero, por otro lado, me peleaba muchísimo con él porque naturalmente era un hombre de aquella época con sus cositas machistas bien claras. Y yo me plantaba frente a él como si fuera una autoridad y me peleaba duro y parejo.

Me costó un poco pensarme escritora, pero no puedo decir, sin embargo, que haya encontrado dificultades muy grandes a no ser esos prejuicios que pesaban en mí y que me hicieron exageradamente cautelosa y tímida. Eso sí habrá pesado en mí como una cierta traba para llegar finalmente a animarme a escribir mi primer libro y de a poco el segundo y al tercero.

P.S.: ¿Crees que la poesía tiene connotaciones políticas en el sentido amplio de la palabra? Me refiero a la capacidad pedagógica y transformadora de la poesía de pensar y repensar el mundo en el que vivimos. En tu hermoso discurso de recibimiento del Premio Nacional de Literatura dijiste: “y la palabra se erige entonces como herramienta liberadora” 

S.D.: Yo creo que todo lo que hacemos en la vida es político de alguna manera, aunque no nos identifiquemos con corrientes e ideologías precisas. Yo, como les decía recién, pretendo proteger mi territorio de independencia también en este sentido. Pretendo defender firmemente la libertad de que de pronto pueda coincidir con este y con el que está en la vereda opuesta, si se da la ocasión. Aunque hay veredas con las que no me identificaré nunca. Creo que lo que yo hago tiene su lectura política, tengo mi modestísima trinchera en la palabra. Soy cautelosa de las grandes mitificaciones, en el sentido de que poesía pueda ser la gran revolución con la que soñamos. Pero tengo mis momentos de contradicción porque también trabajando con la lengua, con la palabra de pronto he tenido momentos de descubrimiento maravillosos. Algunas de mis experiencias de trabajo más gratas y ricas han sido con talleres en el interior del país, ahí conocí a muchos poetas populares, muchos de ellos casi anónimos o anónimos y muchos de ellos que no han soñado con el libro, pero que escriben todavía con esos cuadernos gordos como los que yo tenía en mi adolescencia. Y muchos de ellos que escriben todavía en la cabeza y te pueden recitar sus poemas, aunque sean extensos, de memoria. Reflexionando mucho sobre ese tipo de gente y actitudes hacia la palabra, de dedicaciones silenciosas a la poética, a veces a mí me pareció redescubrir el valor de la palabra y de la poesía. Me ha pasado algún día en el que estaba totalmente descreída, deprimida, con ataques de descreimiento grandes que me ha llamado alguno de esos poetas, poetas del campo y me dice en su guaraní profundo, en su guaraní delicioso del campo, me dice:

- “Ikatu piko amoñe’ëmi ndéve ko ahaiva’ekue” (¿Puedo leer, por favor, lo que acabo de escribir?)

y yo le contesto:

- “Ñahendumi katu” (Vamos a escucharte)

Y me leía su poema desde allá desde lejos, del fondo de la campiña y esas cosas me devolvían la fe. ¿Por qué esa necesidad que subsiste, sobrevive en las situaciones más desfavorables en las situaciones con mayor orfandad?, ¿por qué persiste esa necesidad de la palabra poética? Podríamos arriesgar largas horas de tratar de explicar, pero el hecho es que está, el hecho es que existe. El hecho es que existe esa necesidad y esa palabra nace, aunque sean en esa forma modesta que llegará a poca gente, a través de las radios populares del interior, a través de los festivales populares y, por ahí, con alguna suerte, algún librito. Yo he tratado de que mis talleres concluyeran siempre en pequeños libros, colectivos, ¿verdad? Y esas cosas son las que me devolvieron la fe a través de la palabra. No quiero mitificar, no quiero hacer esas teorías pretensiosas sobre el poder de la palabra. Tal vez exista y soy yo nomás la que está oscilando entre mis dos polos. Tal vez a mí me ha transformado profundamente. ¿Quién sabe? Yo prefiero seguir dudando y jugando con las posibilidades que a veces se contradicen. 

P.S.: Coméntame un poquito sobre tu oficio como traductora, que considero que es uno de los oficios más hermosos y complejos que existen. En algún momento me dijiste que hiciste la traducción de Olga Orozco y también leí que hiciste la traducción de Gabriela Mistral y Roa Bastos. Entonces, ¿cuáles son las urgencias de traducir al guaraní, o traducir del guaraní al español? Y, además, ¿cuáles son, y si existen para ti, las imposibilidades dentro de las traducciones?

S.D.: La traducción fue una parte muy importante en mi caminito como escritora. Desde mis inicios pensé que era imprescindible para una lengua como el guaraní buscar el puente con las otras lenguas a través del castellano, que es lo que tenemos a mano. Desde el inicio me pareció vital, entonces desde mi primer libro en guaraní, todos los siguientes fueron bilingües. Y empecé a trabajar la traducción como caradura, todos los grandes tímidos, somos grandes caraduras. Y empecé a trabajar como traductora sin saber un pito de lo que significaba la traducción, por caradura nomás. Hoy en día es una especialidad respetadísima, que se estudia en las grandes universidades del mundo y que tienen bibliotecas enteras de teoría y estudios. Yo empecé por necesidad, la de traducirme a mí misma y luego pasé a los compañeros que me dejaban hacerlo.

Cuando ya empecé a realizar antologías -soy muy antologuera porque creo que es otra cosa que necesita en forma vital la literatura paraguaya, especialmente la literatura en guaraní-, empecé a traducir a mis compañeros y luego ya en los últimos años, un buen día algunos amigos me dijeron: Pero, y, ¿por qué no te animas a traducir un poco a Roa? Y llegó el centenario de Roa y empecé a probar y me fui enloqueciendo, empecé a seleccionar un buen paquete de poemas pedí los derechos, naturalmente, y me enloquecí de gusto. Fue uno de los trabajos de traducción más difíciles que hice y haré en mi vida, porque traducir a Roa no es macana. Tiene sus pliegues riquísimos, es una poesía muy elaborada, llena de matices y fue mi primer gran atrevimiento en cuanto a la traducción de una figura individual.  

Luego vino, a través de la Embajada de Chile, el pedido de traducir a Gabriela Mistral. Y luego ya en los últimos años se me cruzó en la cabeza la figura de Olga Orozco, a quien admiré y admiro desde mi adolescencia. Y bueno, fui picoteando de a poco hasta que llegó también su centenario. Yo creo que traducir a Olga Orozco estuvo entre mis grandes atrevimientos de la vida porque, como ustedes saben es una enorme poeta Gabriela, pero tiene una poesía más traducible; en cambio Olga Orozco, es un terreno del demonio, le dediqué todo el tiempo posible, toda la pasión de mi alma, sudé como una bestia y me enloquecí como una bestia. Y ahí está, salió el año pasado, alcanzamos a presentarlo dentro del centenario. Y mientras tanto yo también me entusiasmé con otra figura gallega, con Rosalía de Castro, a quien también fui traduciendo de a poco, a tal punto que hoy tengo lista la antología de sus poemas. 

Tengo una gran simpatía por el proceso lingüístico de Galicia, hay una hermandad muy fuerte con Paraguay y por ahí se fue dando esta gran cosa de traducir a esta gran poeta gallega que, en principio, trabajé con las traducciones en castellano, pero para acercarme al ritmo, a la música original de la que hablábamos, busqué la versión original gallega de Rosalía, que es la que guarda realmente toda su música, entonces trabajé con diferentes versiones y tuve muy en cuenta a la versión gallega.

Y estoy en esto, y siempre cuando por ahí me pica el bicho busco alguna figura y picoteo un poquito de estos grandes señores, grandes poetas. Y ya ando pensando a alguna figura a la que dedicarle otra vez alguna antología, pero se convirtió para mi en mi segunda gran pasión. A veces mis amigos me envían algún poemita y yo automáticamente ya estoy traduciendo, aunque sean dos o tres versitos. Se convirtió en una gran pasión para mí.

P.S.: Voy a traerte un poco más hacia Bolivia y nos interesa mucho todas las conexiones entre escritoras, me asombra cómo es que estamos tan cerca y al a la vez tan lejos…

S.D.: Es un pecado

P.S. Cuando descubrí tu poesía aluciné, dije; ¡Cómo no la conocí antes!, ¡cómo no la leí antes! En algún lugar mencionas que leíste a Blanca Wiethüchter; ¿me puedes contar un poquito de tu relación con Bolivia, si esta relación existe, si es fluida o, cómo es? 

S.D.: Es lo que yo me he preguntado siempre. Tuve la suerte de haber estado en un encuentro, que fue uno de los primeros acercamientos felices que tuve con Bolivia, no tuve tantos como quisiera, pero este encuentro ocurrió hace muchos años en La Paz, en la Fundación Patiño donde conocí a Vicky Ayllón, a quién le mando un abrazo grande. Allí conocí a varios poetas, me traje muchos libros y pude develar un poco más de lo poquísimo que sabía de Bolivia. 

A otros poetas los conocí por ahí en otros encuentros, en el gran Festival de Medellín y a otros festivales en los que tuve la suerte de ser invitada. Creo que Bolivia, con lo poco que yo conozco, tiene grandísimos poetas, hombres y mujeres. Es una gran pena que no existan lazos más fluidos entre nosotros. 

Yo creo que ya esa vez que fui me traje varios libros de Blanca Wiethüchter, tengo varios libros de ella en mi biblioteca, y descubrí su tremendo parentesco con nuestra cultura, esa cultura enraizada en los textos sagrados, a parte de sus valores poéticos magníficos. Una poeta realmente estupenda. Una enorme poeta. Me sentí profundamente seducida por la poesía de Blanca Wiethüchter. Tal vez en algún momento traduciré alguna cosita de ella. 

Y lo mismo con otros poetas que me impresionaron mucho: Mitre, Casazola. Hace falta trabajar un poquito, crear algún programa de acercamiento entre Bolivia y Paraguay, para intercambiar nuestras experiencias, nuestra poesía, la literatura. Sé que hay narradores fantásticos también porque tengo amigos cercanos que son narradores y que comentan mucho de la narrativa de Bolivia. Creo que merecemos conocernos un poco más. 


Entrevista, redacción y edición: Paola R. Senseve Tejada

Transcripción: Cynthia Biggemann


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