La tierra sin mal de Beatriz
Artes y Culturas
Mujeres y cine
26 de abril de 2023
*Beatriz Palacios junto a un grupo de niñxs en Ambato, Ecuador. Imagen publicada en el libro Los días rabiosos (2005). Gentileza Fundación Grupo Ukamau.
Adriana Montenegro Oporto
Un viejo bus se desplaza sobre la carretera de la hermosa llanura tropical de la provincia de Chiquitos. En su interior viajan los niños junto con otros pasajeros de humilde condición. Tienen sus caritas muy tristes y parecen no conmoverse con el bello paisaje que atraviesa el bus. Un anciano que está sentado en un asiento cercano los mira con interés y les habla.
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Vaya los pelaos… tan calladingos que viajan… Son collas ¿no?
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Soy de Urubichá, señor…
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¿Y tus amigos?
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Sí, ellos son collas… Los estoy llevando a Urubichá.
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Ya veo, muchachito… ¿Y pa’ qué se van pa’ allá?
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Nos estamos yendo a la Loma Linda, señor.
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¡La Loma Linda, velay!... ¿Y cómo saben de la loma linda?
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Mi hermanita Raquelita, que se murió, quería llevarme allí, por eso yo sé…
Beatriz Palacios es uno de los pocos nombres femeninos que gozan de cierto reconocimiento en la historia del cine boliviano. Sin embargo, la mayoría de la gente la asocia únicamente con su labor de productora y “comandante en jefe” del Grupo Ukamau. Pero ella, en paralelo a su trabajo en Ukamau, desarrolló siempre una variedad de proyectos por su cuenta.
Entre algunos de estos podemos mencionar, por ejemplo, que fue parte del grupo inicial que fundó el Movimiento del Nuevo Cine y Video Boliviano, del Consejo Superior de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y del Comité de Cineastas de América Latina; también fue representante de Bolivia ante la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba), fue fundadora y directora de la Escuela Andina de Cinematografía y, además, se desempeñó como asesora de la Federación de Mujeres Campesinas de Bolivia.
En 1986 dirigió, con Liliana de la Quintana y Raquel Romero La mujer minera y la organización, un cortometraje documental que registró la memoria de las trabajadoras en poblaciones mineras antes del proceso de relocalización, trabajo que, según De la Quintana, “fue recibido con una mezcla de sospecha e ironía” por parte de sus colegas varones (Aimaretti, 2017). Palacios también contaba con al menos tres proyectos audiovisuales en solitario: Reportaje al pueblo, un documental sobre las experiencias vividas en la tarea de difusión de las películas del Grupo (Mesa, 1989); Cuatro mujeres para la guerra, una película que pretendía retratar a Bartolina Sisa, Simona Manzaneda, Vicenta Juaristi Eguino y Juana Azurduy, en la que esperaba contar con la participación de miles de mujeres de organizaciones populares; y Amayapampa, un docuficción en el que quería reconstruir los días previos a los sucesos luctuosos de la “masacre de Navidad” de 1996. Contaba ya con el argumento y el detalle de los insumos necesarios, además de ochenta y cuatro folios de material hemerográfico que serviría como base para el guion (Seguí, 2019).
También escribía periódicamente en el Semanario Aquí. Pero hay una faceta suya, quizá la más brillante, que tiene que ver con su pasión por hablar con las personas, entablar relaciones de complicidad con ellas y contar sus historias: su facete de cronista. Según relata su compañero en el prólogo de Los días rabiosos (2005):
“Beatriz tenía una memoria prodigiosa para retener y reproducir con notable fidelidad los diálogos y comentarios de sus entrevistados a los que llegaba con una naturalidad encomiable”.
Sobre este hermoso libro, Cecilia Peñaranda escribe en detalle, por lo que quisiera concentrarme únicamente en “Alex, el Payaso”, la primera de las 18 crónicas del volumen que vio la luz dos años después de que su autora falleciera.
La historia de Alex empieza con sus propias palabras: “Soy Alex. Tengo doce años. Nací en Cliza, cerca de Cochabamba. Me escapé de mi casa a los ocho años y me vine a La Paz oculto bajo un asiento de la flota Bolivia.”
Beatriz lo conoció en al atrio de San Francisco, cuando lo vio actuar de payaso junto a otros dos niños, con un público de 50 o 60 personas que se habían reunido para escucharlos. Alex se había escapado de su casa con la intención de ayudar con dinero a su mamá, que no podía dar de comer a sus seis hermanitos, y le habían dicho que en La Paz se podía ganar bien lustrando zapatos. Tras un tiempo de dormir en la calle, acabó instalándose junto con su amigo Teodosio en un viejo garaje con un alero de calamina en Villa Victoria, donde el dueño les permitía pasar la noche a cambio de que cuiden los autos. Cartones les servían como colchón y algunos trapos como frazadas.
Seis meses después de su primera entrevista, Beatriz volvió a encontrarse con él.
Estaba muy sucio y su mirada ya no tenía la viveza y alegría que cuando lo conocí. Esos seis meses de miseria lo habían hecho envejecer años. Lo llevé a tomar un café con bizcochos en la calle Armentia. Insistí en que sería bueno que estudiara, que yo lo iba a ayudar. Se interesó mucho y volví a ver una sonrisa en su agradable rostro. Le hablé de la posibilidad de que mi grupo de cine pudiera hacer una película con ellos como actores; ese trabajo les permitiría comprar lo necesario para estudiar, ropa; sería el apoyo para sostenerlos como lo hace una beca. Se puso feliz. Le encantaba la idea de aparecer en una película (2005: 17-18).
Alex no apareció en la cita de coordinación para la película, y al poco tiempo de buscarlo, Beatriz se enteró de que se había marchado al Chapare a pisar coca. Su amiguito payaso ya no sería parte, pero en Beatriz había nacido el sueño…
Para el año 2002, el guion de Tierra sin mal había ganado el concurso nacional del Consejo Nacional de Cine (CONACINE). Se trataba de una película que giraba en torno a niños payasos callejeros que, después de un paso por un orfanato, deciden huir en busca de la Loma Linda, buscando el mito guaraní de la tierra sin mal, sobre el cual su amigo “Cambita” había escuchado que era “un lugar donde los niños son felices”.
Gracias a la investigadora Isabel Seguí, que tuvo acceso al archivo de la Fundación Ukamau, se sabe ahora que la película “se encontraba en un avanzado estado de producción, tal como lo demuestra el plan de rodaje organizado por semanas, un casting finalizado e indicaciones precisas sobre las locaciones –La Paz, Huarina Patacamaya, Cochabamba, Santa Cruz, el llano Chiquitano y finalmente Urubichá–” (Seguí, 2019: 46). Una parte (lamentablemente desordenada e incompleta) del guion original, consultado por Seguí, nos permite aproximarnos a lo que Palacios quería plasmar en la pieza.
El grupo de niños precarizados, Piolas, Panchito, Tomasito (junto con su perro Perico) y Cambita, huyen dejando tras ellos a Juanita, una de sus amigas, ya adolescente, quien acaba en el orfanato después de haber estado algún tiempo en situación de prostitución y, llegado el momento, no se anima a escapar con sus amigos. Todo el camino que los lleva de La Paz a Urubichá será una epopeya, que tienen que realizar a dedo y, algunas veces, teniendo que llevar cargada a Tonchita, la más pequeña del grupo. En sus diferentes paradas el grupo de niños necesita trabajar de lo que sea para conseguir comer y poder seguir viajando: lustrar zapatos, cantar en los micros, pedir limosna fingiendo ceguera y una serie de otras estrategias que, siendo tan pequeños, se vieron obligados a aprender para sobrevivir en las calles paceñas.
En algún momento, incluso, unos chicos mayores que conocen en Cochabamba los convencen de probar un tipo de droga que los adormece al punto de ser incapaces de escapar de una redada policial que acaba llevándolos detenidos. Las contingencias no cesan en todo el camino, llegando incluso a caer en manos de unos traficantes que los llevan con engaños a una suerte de clínica, de la que logran escapar, pero perdiendo a uno de ellos, a quien vuelven a ver después de un tiempo, con los ojos vendados en un auto lujoso al que Piolas persigue con desesperación, pero no logra alcanzar.
A lo largo del viaje se vislumbra un retrato muy crítico de la sociedad boliviana en sus varios estratos y particularidades idiosincráticas regionales, además de algunos espacios en lo que se puede ver algo de la cultura popular, como en la detallada escena de un preste en que los niños acaban por error.
De acuerdo a Jorge Sanjinés, Beatriz deseaba que Tierra sin mal “fuera una película llena de música y danzas” (López y Murillo, 2017: 103).
El guion, casting y plan de rodaje estaban terminados, Jorge estaba listo para ser asistente de Beatriz por primera vez (Seguí, 2019), pero una recaída de la artritis crónica que ella padecía le impidió iniciar el rodaje, por lo que optó por cederle el paso y el financiamiento disponible a la primera película en formato digital del Grupo Ukamau, Los hijos del último jardín, que se realizó bajo la dirección de su esposo. Ella estaba segura de que, una vez recuperada, podría retomar su proyecto personal (López y Murillo, 2017; Seguí, 2019). No logró recuperarse.
El 20 de julio de 2003, Beatriz falleció mientras se dirigía a La Habana, en busca de tratamiento médico, dejando inconclusos el proyecto de Tierra sin mal y otros. Sin embargo, deja también tras de ella una vida completa que implicó a convertir una cámara y una pluma en instrumentos de concientización política y social que le permitían contar historias desgarradoras, que aspiraban a transformar la indignación en una lucha a la que no renunció hasta el último día.
Fuentes consultadas y/o referenciadas
Aimaretti, María. 2017. “El aporte de las videastas documentalistas a la escena boliviana en el retorno democrático: sensibilidades, prácticas y discursos”. Cine Documental 16: 1-27. http://revista.cinedocumental.com.ar/el-aporte-de-las-videastas-documentalistas-a-la-escena-boliviana-en-el-retorno-democratico-sensibilidades-practicas-y-discursos/
López Burgos, Fátima y Marisol Murillo Velásquez. 2017. Del cine, sus aventuras. Hazañas, picardías y nostalgias del cine boliviano. La Paz: Editorial 3600.
Palacios, Beatriz. 2005. Los días rabiosos. La Paz: Grupo Ukamau/Editorial Gente Común.
Seguí, Isabel. 2018. “Auterism, Machismo-Leninismo, and Other Issues. Women’s Labor in Andean Oppsitional Film Production”. Feminist Media Histories 4, núm. 1: 11-36. https://edinburgh.academia.edu/IsabelSeguí
----. 2019. “Las mujeres del Grupo Ukamau: dentro y fuera de la pantalla”. Secuencias. Revista de historia del cine, núm. 49-50, dossier Ukamau Abigarrado (editado por María Aimaretti e Isabel Seguí): 33-56. https://revistas.uam.es/secuencias/issue/view/secuencias2019_49-50
Texto originalmente publicado el 2 de noviembre de 2020 en Imagen Docs.
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