
Creo que el feminismo se abrió al deseo
Feminismos
Escritura y feminismos
14 de octubre de 2022
Una entrevista a Luciana Peker
El amor romántico y el sexo han sido usados como métodos de control y opresión hacia las mujeres. Es necesario pensar las posibilidades de nuevas formas de sentir que son políticas.
En nuestro quinto capítulo, Mientras nosotras amábamos. El amar feminista es posible, conversamos con Luciana Peker sobre las tensiones actuales de la heterosexualidad, el sexo, el amor y el feminismo.
A continuación, la entrevista que realizamos, completa, transcrita y editada para el formato de texto.
Paola Senseve: Luciana, las mujeres, como seres deseantes entramos siempre al amor en desventaja, ¿estás de acuerdo con esto?
Luciana Peker: Completamente de acuerdo y decirlo, para mí, fue una de las decisiones más importantes de mi carrera periodística porque hago un periodismo de género y contar que las mujeres nos encontramos en desventaja frente a la violencia, frente a la desigualdad salarial, frente al empleo, frente a las tareas de cuidado y más y esa es una larga trayectoria de temas que conocemos un poco más donde padecemos muchas injusticias y que en lo público, si bien nos falta mucho y la pandemia nos hace retroceder, hemos logrado muchas cosas en Argentina y en América Latina. Todas sabemos que hemos logrado muchísimas leyes que no es que nos solucionen completamente la existencia, pero que han equiparado derechos; sin embargo, claramente entramos al amor en desventaja por los mandatos familiares, por los mandatos culturales, pero también porque esa violencia de género sexual nos va lesionando, porque también el modo de relacionarse entre varones y mujeres hace que esto sea una pulseada de dominación donde vamos quedando heridas, y también porque a las fragilidades a las que nos llevan las otras violencias nos van poniendo más vulnerables en relación al amor, y porque además, lo que yo creo es que frente al avance de las mujeres en lo público, estar unidas nos hizo generar avances, no es lo mismo tener una ley que combate la violencia de género, tener una ley que nos da paridad en lo político, tener una ley que combate la trata de personas, algunas de las normas que existen en Argentina (podemos decir con diferencias y similitudes en América Latina) en donde hemos conseguido un avance normativo muy claro. No es lo mismo eso, que pelearle cuerpo a cuerpo a un varón en la cama o en la casa, en el amor y en el sexo y yo creo que en los últimos años, por supuesto que no todas las relaciones son heterosexuales, por suerte, pero especialmente en las relaciones heterosexuales los varones se han vengado de ese avance de las mujeres en lo público, se han vengado en lo privado que es un lugar donde las mujeres todavía deseamos a los varones. Eso lo han hecho además varones de derecha e izquierda, progresistas o populares, incluso en la relación que hacen ustedes con la poesía y la cultura, varones que tenían el poder dentro de la poesía y la cultura y no soportan que las mujeres pasemos de ser las musas para los grandes poetas latinoamericanos de los setenta a pasar a ser las protagonistas, no porque antes no hayan existido poetas sino porque lo que ahora refleja la escritura de mujeres no como una escritura de excepción sino una escritura de un cambio masivo, cultural y colectivo donde las mujeres, poetas, escritoras, periodistas, narramos algo pero no somos solas o pocas; sino que narramos algo que pasa a muchas. Entonces si las mujeres entramos, como decían en su pregunta, al amor con que desventaja: yo creo que aún incluso con todo lo que hemos conseguido ahora, estamos más en desventaja que antes.
P.S.: Hablas de una violencia ejecutada en un plano amoroso y sexual, que es la negación del goce y por un lado, te quiero preguntar si es que esa violencia viene a ser una venganza de la masculinidad patriarcal por nuestros avances sociales feministas, lo que incluye el derecho a desear activamente; y por el otro lado, si es que esas prácticas, que quizás son inconscientes en esta masculinidad patriarcal, no se acercan también, y muy peligrosamente, a la violación, porque los hombres están prácticamente acostumbrados a disfrutar más cuando la mujer disfruta menos. ¿Qué piensas?
L.P.: Exactamente. Eso es exactamente el corazón de mi teoría que empiezo en Putita golosa, pero que se afianza mucho más en Sextéame, que es el libro que saco en el 2020. Yo no asimilo (por las dudas hay que ser muy cuidadosos en estos tiempos tan revueltos) la violación que implica un nivel de violencia sexual, una herida traumática, de una envergadura muy alta y además que yo soy una activista y periodista que acompaña y que paga precios muy altos en mi vida y lo hago con mucho corazón y con mucha voluntad, denuncias de mujeres, de jóvenes y de niñas y niños violados por lo tanto conozco muy bien la envergadura de la violencia sexual o la violación. Y no la relaciono ni siquiera con otras situaciones que también forman parte de machismos, por ejemplo: el desprecio amoroso, el desprecio sexual, a la clavada de visto, a ghosteo, al fantasmeo. No es que crea que violar o borrarse sean lo mismo, pero sí creo que tienen la misma raíz, como vos lo nombras, como ustedes lo están nombrando en el podcast. No quiere decir que sea equiparable la violación a borrarse, pero lo que sí es equiparable es la raíz de por qué sucede y es que no se bancan a las mujeres deseantes, mucho menos cuando las mujeres deseantes no son ni excepción ni elite, sino que realmente hay una revolución sexual y esta vez, no es solo como la de los sesenta, en el sentido elitista de algunas, o para la píldora, tener sexo sin reproducirse; sino que realmente yo lo veo en las redes, en las mujeres, en las pibas más jóvenes, hay ganas de gozar. Uno, los varones no se lo bancan, pero además de que no se lo bancan, yo creo que no es que lo pasen mal sexualmente, sino que no soportan no ser los dueños de la pulseada sexual. En este sentido, creo es que lo que está pasando con los varones es que quieren lograr y conquistar (creo que es una palabra colonizadora) lo que las mujeres o las disidencias sexuales, por supuesto, no quieren, entonces en ese sentido se parece a la violación y es que, la excitación y el goce está puesto en: “qué me vas a dar que no te guste”. Algo que yo empecé a escuchar muy claramente en algún momento de las entrevistas y de las charlas y de viajar mucho por distintas provincias del país, fueron las violaciones masivas o relatos, incluso dentro de las redes sociales, de demandas de sexo anal. El sexo anal no tiene nada de malo y, por supuesto que puede ser perfectamente gozado por una mujer, puede ser el deseo legítimo de un varón; para nada demonizo esa práctica, pero lo que aparecía es que frente a mujeres que querían tener sexo, lo que los varones querían no era que sea “sexo anal” sino que querían lo que las mujeres no quieren. Si tu goce está en lo que la otra no te quiere dar, ahí hay un problema de base y si la otra quiere y vos no querés, no es lo mismo decir: “ah, si vos querés yo me voy”, a decir: “si vos no querés, yo te violo”. No es lo mismo en el hecho (para no meter la patinada y que parezca que todo lo que estoy diciendo es una violación), pero sí en la raíz del deseo, está eso de ser dueño del deseo de la otra persona y que te dé lo que no quieres, y que, si quiere, eso te espanta. Entonces, no es que te espante porque no sabes cómo acercarte, no que te espante porque no la pasas bien o porque no tienes placer, sino porque tienes que ser el dueño de ese deseo, tenés que ganar ese partido de fútbol, y eso es Putita golosa, que es un cartel que le pone la hinchada de Rosario (que es una ciudad, cuya provincia es Santa Fe en Argentina) a otro que es Rosario Central. El cartel dice: pecho putita golosa, porque si vos sos goleada es porque sos golosa y que te gusta. Entonces está el que gana y el que pierde. Yo no mido la sexualidad en esos términos, a mí no me interesa que los varones pierdan, me interesa que la pasen bien pero sí creo que la mirada masculina va más allá de lo que me había imaginado y estoy desilusionada de pensar que los varones no hayan podido soportar la tensión de la revolución feminista y la colectivización de nuestras demandas con más placer y con menos pulsión por mantener el poder.
El fenómeno que ahora conocemos como la liberación de la palabra es que las mujeres empezamos a contar lo que vivimos, y eso eran o violaciones o violencia sexual; entonces terminamos diciendo que sí hay cosas que no queríamos, en la sistematicidad de los relatos, más allá de cuáles llegan a ser sentencias con la prescriptibilidad y la rectificación de la justicia. Vemos que Bill Cosby salió librado en Estados Unidos, un caso emblemático de la era del Me too, donde la justicia nos queda tan corta en relación con lo que nos pasa. Pero claramente, cuando aparecen los relatos masivos de situaciones en las que dices: “esto que no era una violación antes, sí era una violación”.
Yo soy muy cuidadosa con eso de no banalizar las violaciones más graves porque creo que soy muy gradualista en el sentido de entender la diferencia de las cosas, por lo tanto, la diferencia de cómo las nombramos y las acciones que tomamos frente a reacciones. Pero claramente si muchas de nosotras percibimos que hay un montón de situaciones que no queríamos, que sin embargo soportamos, que fuimos coaccionadas, que no había comodidad, ahí: ¿qué les pasaba a los varones con el deseo de que demos o hagamos algo que no queríamos; sexo anal, sexo colectivo, sexo sin preservativo? Como algunas de las situaciones clásicas en las que hemos estado, ¿qué era lo que pasaba y qué pasa ahora? Por supuesto, tampoco hemos terminado ni con las violaciones ni con la violencia de género más explícita, pero en ciertos sectores (y vuelvo a nombrar esto porque me parece importante como interpelación) especialmente en sectores de varones ligados a la cultura, la escritura, la poesía, las universidades, al pensamiento, etc., saben que también las situaciones de abuso sexual o de violencia sexual tienen un costo social, político, cultural y académico muy alto. Entonces, la reacción masiva de ellos, es decir: “si las mujeres están deseantes, nosotros no queremos”. Es claramente un castigo. Ese castigo no se puede entender si no se entiende que la pulsión de los varones (no todos, pero muchos más de los que me habría imaginado) se maneje en contraste de lo que las mujeres quieren, porque si a ti te gusta lo que a ella no le gusta, ahí aparece la violación o las formas similares a la violación.
La primera línea de un sexteo es: “¿qué te gusta?”. A mí por eso me gusta el sexteo, como también me gusta el sexo, porque el sexteo implica poder poner en palabras qué es lo que te gusta. Ahora, sí los varones están buscando qué no te gusta para intentar sacártelo, ahí la cultura de la violación sigue. Ahí sí podemos nombrarla con esa palabra, porque es cultural la violación. Y si el deseo está puesto en que me des lo que no quieres y cuando tú lo quieres yo no te lo voy a dar, es la misma raíz de la cultura de la violación. La cultura de la violación es una cultura donde no hay placer ni hay excitación, eso por supuesto eso nos enseña Rita Segato, hay pulsión de poder y la pulsión del poder ahora muchos varones la ejercen saliendo de la escena sexual porque saben que las mujeres tienen que entrar, entonces, si entran ellas y yo me voy.
P.S.: Las relaciones heterosexuales viven en un momento de tensión muy fuerte, lo veo y lo vivo yo, lo ven y lo viven mis amigas. Es muy personal, es muy real, muy del día a día. Y hemos hablado de que hay una pulseta de poder entre este feminismo ya indiscutible y la forma en la que estamos programadas y programados para amar. Desmarcarnos de esas formas de amar es posible, pero también es muy doloroso y muchas veces pareciera que el feminismo nos exige inmolarnos sin contemplaciones porque desear una pareja, familia, hijos y al mismo tiempo saber que esos elementos son utilizados para la opresión, es bastante complejo. ¿Salimos o encontramos una alternativa?, ¿cómo piensas que eso sería posible?
L.P.: Lo primero que pienso es que nunca el feminismo puede ser usado para esto. Aunque entiendo que eso hoy sucede, me asombro porque no solo soy feminista hace muchos años, ejerzo feminismo periodista desde 1998, 1999, o sea, desde otro siglo. Desde un siglo de cuando empezamos a escribir, nunca nos imaginamos que lo que podía escribir sería lo que luego nos cuestionaría. El gran logro en relación con el tratamiento periodístico, diferente a la narración o a la escritura, más allá de que la violencia de género siga existiendo, es que, si a vos te pegan, no tienes la culpa, si te violan, no tienes la culpa y si vos no encuentras a un novio y quieres tener un novio, no es tu culpa. Y eso que parece tan simple hoy no sucede, parece que, si te pegan no es tu culpa, si te violan no es tu culpa y si no tienes novio es tu culpa y si quieres tener un novio es tu culpa. Esa es la motivación primera y principal por la que escribo, si pudiera tener una varita mágica y cambiar a los varones, lo haría. La verdad es que la salida no es necesariamente sencilla. Pero el feminismo no es para culparnos. Nuestros deseos no están para ser culpados, tenemos los deseos que se nos cantan, en principio. Muchas de nosotras estamos motivadas, o si tenemos deseos de un novio o una pareja por mandato, está bien. Nadie habla de reiniciarse de amor, vamos cambiando, muchos de nuestros mandatos no nos gustan, podemos modificarlos, lo que queremos y lo que nos pasa es así. Para mí el feminismo es comprensión y no castigo y sí se lo ha utilizado al revés, pero el feminismo es alivio. Por otra parte, entender esta dinámica que están utilizando los varones de castigo a las mujeres por ser deseantes, es entender claramente que esto es una situación social, masiva, sistemática y política de castigo a las mujeres; y si nosotras nos castigamos somos cómplices de esa violencia y el primer punto es salir de ahí. No sé a ustedes, pero a mí la comprensión me alivia en todos los sentidos de mi existencia y la no comprensión me enloquece. Entonces, lo que yo hago escribiendo es comprensión y lo que creo que tenemos que hacer entre nosotras es comprendernos. ¿Cuáles son las salidas?, las que cada una quiera. Por supuesto que creo que la fuga de la heterosexualidad fue una gran salida, si la tengo que recomendar, la recomiendo claramente. Me parece que la heterosexualidad es una trampa donde somos más castigadas, ninguna duda. Las salidas son las que a cada una le parezca. Sí haría una interpelación a los varones para que puedan leer, para que puedan conversar, para que puedan entender la dimensión del daño que están haciendo y replantearse las cosas, porque yo no creo que sea un daño que hacen porque a ellos les hace mejor; sino que creo que, con tal de mantener el poder no se generan más placer, sino más daño.
Por ejemplo, en Argentina, junto con Darío Sztajnszrajber (filósofo y divulgador) hacemos una serie de charlas que se llama Deconstruir el amor porque creo mucho en la escena de poder hablar con un varón, y que muestre que puede escuchar y puede hablar y porque creo en la escucha, creo en los puentes. Esa es una fórmula, creo mucho en las lecturas y escrituras, no tengo miedo de nombrarlos sanadores, porque, para mí, son sanadores, y creo que leer sobre amor es sanador. Estoy leyendo un libro que les recomiendo muchísimo, de Bell Hooks Todo sobre el amor, que tiene un poco de tono de autoayuda que me encanta, me ha hecho muy bien. Es un poco más moralista que yo, y de hecho, ella dice que en las mujeres la pulsión sexual no es lo más importante, yo creo que ahora eso nos importa un poquito más y eso es justamente lo que a los varones no les bajó la agresividad, sino que se les subió; cuanto más sexuales estamos, más les jode. Ella habla mucho sobre el amor propio, la autoestima, dice: “¿qué es esto de condenarnos por querer un amor?” Para aquellos que somos anticapitalistas o tenemos alguna idea de la justicia social y creemos en una vida en comunidad, por supuesto que querer un amor, un novio, querer estar con alguien, no es algo malo; sino que parte más allá de los mandatos femeninos, parte del deseo de lo orgánico, de situaciones vitales. Mucho más en una pandemia, los confinamientos y los peligros nos han mostrado que estar acompañados es parte de lo que necesitamos y deseamos. Creo que abocarnos a las lecturas feministas también es bueno, que pueden ser muy buenas compañeras e intentar interpelar a los varones para que haya algún cambio en relación con sus conductas amorosas y sexuales.
P.S.: Para las mujeres, en el lenguaje, históricamente sexo es igual a amor, lo que significa que no hay sexo sin amor, lo que ha sido siempre un problema. Ahora tú también hablas de un sexo deshumanizante que también se ha convertido en una paradoja, pareciera que no tenemos cómo ganar…
L.P.: Yo creo que es interesante esa palabra, “ganar”, y ahí hay algo claro, me castigan por haber ganado y no por haber perdido. Es una diferencia teórica, es cierto, pero es importante tenerla en cuenta, primero para valorizar todo lo que hemos ganado. Yo sé que si estás sola un sábado por la noche y tienes ganas de estar con alguien no vas a decir “qué bueno, todas las conquistas que hemos ganado las mujeres en este siglo”. Pero teóricamente es importante tener clara la diferencia, nosotras hemos ganado cosas que no podíamos, hemos ganado el derecho al deseo, hemos ganado el derecho a escribir un título como Putita golosa (que en las librerías le daban vuelta), hemos ganado el derecho de decir lo que no se podía decir, desear lo que no se podía desear; hemos ganado en derechos, hemos ganado en deseos, hemos ganado en palabras, hemos ganado que la escritura es latinoamericana de izquierda era una escritura de varones, con algunas mujeres que no olvidamos ni negamos, pero que no era sistemática. Hoy las redes sociales muestran no solo a algunas escritoras, muestran que las mujeres masivamente, las trans, las lesbianas y el colectivo LGTB, hemos tomado la palabra. Y no es un fenómeno de élite o chico, es un fenómeno que realmente está girando. Después, lo que yo creo es que muchas mujeres se confunden, están más calientes que enamoradas, tienen deseo sexual y confunden estar enamoradas, me quedo enganchada, etcétera. Hay un libro muy bonito sobre el amor romántico, lo dice Carla Castelo, que como no se podía separar el sexo del amor parecía que estabas enamorada. Más allá incluso de la sexología, esto de “¡ay!, el orgasmo”, de la parte más orgánica de la sexualidad, hay algo en la calidez del abrazo, voy a decirlo de una manera un poco burda, algo en el abrazo completo que significa la penetración, esa sensación de sentirte abrazada, contenida, querida, hay algo de los olores, de la calidez que no es solo sexo y que realmente es una sensación muy abarcadora, muy difícil de olvidar. Nadie que pasó una muy buena noche, se olvida al otro día y está pensando en otra cosa. Entonces, yo no sé si es amor, creo que uno de los problemas es que creemos que es amor, pero sí sé que es una sensación que trasciende, que no se puede deletrear, que no es algo más en la vida, es muy potente. Sí creo que hay que poder separar sexo y amor y poder entender que eso es lo que nos abarca tanto, nos interpela tanto y nos deja esa sensación de “qué ridícula que soy, quedé tan enganchada por esto”. Y para mí no es ridículo porque es una situación muy abarcadora, si bien vamos a decir que hay otros vínculos, otros amores, y hay un discurso feminista que a mí no me gusta y es el que dice que ahí están las amigas, que hay otros amores, pero no. No, hay cosas que son irremplazables y es ahí donde el feminismo nos cuestiona “por qué extrañas esto”, y es porque te da algo, un varón con el que tienes sexo y una intimidad te da algo que no te da una amiga, un amigo, que no te dan tus hijos, tus padres, es un tipo de vínculo único. Y por el otro lado, la deshumanización del sexo, en muchos casos, cuando te descartan como si fueras alguien que se resfrías, se te cae la nariz y lo tira al tacho de basura. Yo creo que ese es un problema y, en principio, no creo que sea sexo fugaz, porque el sexo fugaz es un buen encuentro sexual que es por una única vez, una sola noche, o que tiene esa connotación y yo creo que el nivel de maltrato de muchos varones, muy sistemáticamente, sobre esas relaciones sexuales pasajeras hacen que sean tan desagradables; entonces ha generado que las mujeres que dicen “en realidad lo que quiero es sexo, no necesito amor”, pero al ser el sexo tan desagradable, hace que muchas se vayan para atrás y la pasen mal y ahí creo que hay otra venganza que tiene que ver con esta idea cultural de la violación. De vuelta, que alguien no te abrace después de tener sexo, que no te salude no es equiparable a la violación, no produce ni el mismo dolor ni el mismo trauma, no es equiparable la actitud de la persona que lo hace, pero es equiparable en la raíz que es que si vos querés tener sexo no la vas a pasar bien. Y después hay algo, no quiero equiparar a todas las mujeres dentro de la misma norma ni ser esencialista, ni homogeneizar, pero sí veo que pasa a nivel masivo. Los cuerpos de las mujeres que hemos pasado por violencia de género, por violaciones, por abuso, por acoso callejero, por situaciones de mucha injusticia y, además, muchos duelos, somos cuerpos frágiles, no somos cuerpos que pueden estar disfrutando como lo hacen los varones que son cuerpos que no han pasado por esa fragilidad. Yo no estoy diciendo que las mujeres solo podemos tener sexo con alguien que es un esposo para toda la vida, que te ponen velas y música clásica, que si no tenemos sexo tántrico no podemos hacerlo, es una barbaridad y además, por suerte, mujeres mucho más trash que yo se van a situaciones sexuales mucho más placenteras y efímeras y más trash, a mí eso me encanta. Pero sí escucho esto, lo he escuchado en las charlas, viajes, lo escucho en la radio, lo escucho en las redes, lo escucho en lo que leo, hay cierto planteamiento alrededor de ser poliamoroso, medio fake, no verdadero sino trucho, de descarte, etc., que no está a la altura, hay cierta fragilidad que produce la violencia que necesite compromisos o contratos conservadores, pero necesito cierto espacio de dignidad, de respeto con el cuerpo de una, que no está a la altura de la experiencia que hemos vivido las mujeres. Entonces hay algo de ese sexo deshumanizado que, aunque no se pida necesariamente el contraste con el amor, no está a la altura de mujeres que quieren ir hacia una sexualidad placentera, pero sin negar las heridas que tienen frente a las cuales algo de confianza se necesita para poder generar situaciones placenteras. Sí la idea de los varones tras todos estos años de violencia es: “pásala bien como si fueras una máquina, sin que yo te dé ningún afecto ni confianza, sin sostén”; es una demanda imposible, negadora de la fragilidad de los cuerpos de las mujeres y de las disidencias sexuales.
P.S.: Creo que el sistema da manotazos de ahogado para no morir y nos regresa a prácticas disfrazadas que se nos venden como liberación y no lo son. Lo planteo consiente, por supuesto, partiendo de la base que hay muchas complejidades, pero, por ejemplo, esa exigencia de volver al parto natural, a la lactancia, ese estereotipo de que las mujeres estamos constantemente pensando en sexo sin ningún tipo de concesiones ni responsabilidades políticas, o del poliamor sin responsabilidad emocional, me parece también peligroso porque estamos de nuevo frente a las obligaciones del “ser así” y “hacer así” que caen solamente en las mujeres, ¿estás de acuerdo?
L.P.: Sí, completamente, me parece interesante porque en la propia existencia en la propia escritura, he pasado de escribir muchísimo sobre el parto natural o la lactancia a escribir sobre sexo, pero parecen dos lugares muy diferentes. Es interesante porque es una de las formas del amor no convencional que hay en parejas y familias en las que se está logrando tener mucha libido, la libido en el parto natural, en la crianza, en la alimentación; cuando es así me parece bárbaro, me parece una buena estrategia válida. Por supuesto que cada una debería decidir, y ojalá luchemos por ese derecho, el tipo de parto a tener, cómo ejercer la lactancia o no ejercerla. Lo que a mí me parece llamativo, aún con mis propias decisiones de camino, ¿no?, lo que me animó al parto natural, lo que me pasó en la violencia obstétrica, lo que elegí. Di la teta seis años y medio de mi vida, he elegido muchas de esas cosas y otras no y otras me hubiera encantado poder ser más valiente o tener más tiempo, por ejemplo, para poder cocinar de una manera más natural pero no lo tengo y entonces hay cosas que elijo. Yo creo que muchos de esos derechos están buenos, que no pueden ser uniformes para todas, ni siquiera es que sean iguales para todas en todo momento, pero que sí implican, por un lado, una revalorización de saberes ancestrales femeninos que yo también revalorizo y me identifico, a mí me gusta más, en lo personal, desde mi propia identidad y desde mi propia búsqueda, valorizo más a las abuelas como esquema amoroso que a las madres independientes sin tiempo para sus hijos, sin ningún tiempo, entonces entiendo que hay una generación de mujeres que fueron criadas por mujeres que quisieron ser independientes muy alejadas del apego, que hoy buscan una revalorización del apego. Pero también creo que hay algo de trampa y aún más cuando eso se masifica con un nuevo mandato, hay algo de trampa entre las mujeres que tienen que ser muy independientes, pero estar muy apegadas, entonces es imposible convivir con todos los mandatos juntos. Entonces a medida que esto sea una decisión personal y además haya una familia que acompañe, un marido o un padre, se puede crear un sentido, del que soy muy respetuosa, siempre que no se vuelva un dedo levantado contra las otras, pero ahí sí soy muy respetuosa. En la medida en que se vuelve un obstáculo para que las mujeres sean independientes, no. Y ahí veo la diferencia y la unidad con referencia a lo que tú deseas en relación con lo sexual, creo que también en la raíz del cuestionamiento de la monogamia lo único que no se va a poder encontrar es una verdad, casi incuestionable teóricamente el cuestionamiento de la monogamia. Si viene alguien y te dice “si no aceptas que yo tenga otras mujeres, entonces en realidad eres capitalista”; bueno, lo que hay ahí, es un poliamor fake, hay una nueva forma de ser violento, que es imponerle a las mujeres cosas. Si a vos no te sale leche y te están diciendo que si no das la teta eres mala madre, lo que hay ahí es una nueva forma de violencia. Si tú no quieres estar con nadie y no quieres que tu novio esté con nadie y él que viene a decir que con base en alguna teoría superadora tienes que hacer y dejar hacer ahí hay de vuelta mecanismos para culpar a las mujeres y está absolutamente ligado. Una cosa es lo que una elige y también las etapas en que una no elige, porque no es lo mismo el poliamor para una piba de veinte, en un momento sexual amoroso de ser muy atractiva, a hacerlo como mujeres que aceptan eso o se quedan sin nada, porque claramente ahí lo que hay es una legitimización de las formas de maltrato hacia las mujeres y el aprovechamiento de los hombres en el mercado amoroso, no hay mayor libertad sexual ni crítica a lo peor de la monogamia, no solamente cuántas parejas sexuales se tiene, sino básicamente la idea de la dominación.
P.S.: Hablas también del llamado la fuga de la heterosexualidad obligatoria, algo altamente revolucionario porque me parece que la heterosexualidad obligatoria es una de las crueldades más grandes del sistema, al igual que el diseño cuidadoso de un deseo que nos programa para solo querer cuerpos hegemónicos, pequeños, blancos, impecables, etc. Tratar de desear con más libertad o de rediseñar el deseo, ¿sería uno de los objetivos?
L.P.: Yo creo que aun en las elecciones de cada una o en las experiencias que haya tenido, hoy los feminismos abrieron la fuga de la heterosexualidad obligatoria, por lo menos no la sentimos obligatoria. Aún quienes tengamos las experiencias que tengamos con varones, con mujeres, con trans, con lesbianas. Creo que el feminismo se abrió al deseo.
Sí siento, esto lo voy a confesar, el castigo de los varones a cuerpos no hegemónicos. Ahora que tengo cuarenta y siete años en pleno 2021, yo nunca digo o escribo una cosa que no siento. Creo que una cosa es el placer y otra cosa son los mandatos, no creo que haya más placer en los cuerpos hegemónicos, ni en las publicidades, no lo creí nunca, de hecho, siento más placer y siento mucho más vivo mi cuerpo, con cosas más allá de lo sexual, por ejemplo, redescubrí el deporte, jugué tenis con mi hijo. Siento que con la edad es más difícil, cuando eres más joven lo haces con más placer y con más potencia. Por lo menos yo lo veo de esa forma, siento un nivel de castigo hacia los hombres que sienten placer con un cuerpo no hegemónico como nunca antes, como si fuera la novela más cliché, si no eres rubia, flaca, no entras en el deseo masculino. Nunca lo sentí de la misma manera. No sé si es solo mi percepción, pero siento que han subido y no ha bajado frente a mujeres que se rebelan a esa presión, por supuesto a eso hay que sumarle el racismo, el clasismo, que en América Latina es un tanto más grande.
Entrevista, redacción y edición: Paola R. Senseve Tejada
Transcripción: Cynthia Biggemann